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18/04/2018 05:46 PM
| Por Enrique González *

¿Qué pasó con la tesis de la “simplificación de la producción”?

¿Qué pasó con la tesis de la “simplificación de la producción”?

El proceso de deterioro de la economía venezolana continúa su rumbo e incluso se acelera. Las políticas públicas resultan las mismas que nos trajeron a esta situación, producto de la generación de distorsiones en los esquemas de incentivo en favor de la producción y la productividad.

A cada falla de Gobierno y fracaso de medidas erradas que desconocen la materia económica y se encuentran basadas en la creencia que la economía sigue las normas y las formas de los cuarteles; sale una tesis rocambolesca vacía de contenido, de evidencia y microfundamentos.

Cuando se inició el proceso de aceleramiento de los episodios de desabastecimiento en la economía venezolana, los funcionarios públicos desarrollaron tesis falaces y banales que contravenían el sentido común, la teoría económica y la naturaleza de los negocios.

Una de estas tesis usadas hasta hace poco y divulgadas por los medios de comunicación del Gobierno era de la de “simplificación de la producción”. Según los defensores de dicha tesis, el desabastecimiento era producto de una estrategia de las empresas de introducir nuevas presentaciones de mayor tamaño y volumen para generar desabastecimiento o una sensación de escasez producto de un número menor de unidades ofertadas.

Si bien podría haber argumentos basados en eficiencia para alguna estrategia de esta naturaleza -descuentos por volúmenes-, así como ciertos ahorros en costos medios más bajos, especialmente en insumos de difícil acceso como los empaques, botellas, tintas, etc.-, tal tesis parte de una premisa absurda y errada, que crea un terrible criterio de presunción de culpabilidad, como sería que la naturaleza e interés de las empresas no es producir sino quitarle el sueño a un político de turno.

Otra cosa distinta sería alegar “manipulación de los factores de producción” como una práctica abusiva y explotativa directa. Sin embargo, habría que analizar el caso en cuestión -no generalizar ni crear falsos positivos- y validar, de existir indicios, por medio de tests económicos, los beneficios extracompetitivos producto exclusivo de dicha práctica. Obviamente una simple correlación entre crisis económica generalizada y disminución de la producción no implica que la segunda explica a la primera -basado en criterios subjetivos de presunción de responsabilidad- especialmente si el test económico que aporta los elementos objetivos arroja menor ganancia en términos reales por parte de las empresas.

En todo caso, pueden existir numerosos factores y variables que explican la crisis generalizada y la reducción de la producción, como sería justamente un marco institucional-regulatorio hostil hacia la actividad económica y la oferta. Finalmente no debería confundirse eventuales eficiencias de costos y recuperación de márgenes producto de escalas, con un ejercicio de poder de mercado y rentas extracompetitivas -otro tema sería el passthrought de dichas eficiencias y la regla de reparto del valor del bien-.

El hecho cierto es que la crudísima realidad venezolana, suele desmontar una y otra vez tales tesis rocambolescas por medio de las cuales se intenta achacar la responsabilidad de las políticas públicas ineficientes a terceros o a los propios administrados.

La pérdida de poder de compra del bolívar, así como de los sueldos y salarios ha provocado que el número de bienes y servicios que caben dentro de la cesta de consumo de los venezolanos se haya reducido dramáticamente. Lo anterior ha obligado a las empresas a tener que lanzar nuevas presentaciones de productos en formatos divisibles, individuales, reducidos, de menor volumen o tamaño para que los consumidores, así sea en un menor volumen, puedan acceder a sus productos. Las charcuterías, por ejemplo, expenden por gramos y rebanadas para mantener las ventas, según reseñaba un diario de circulación nacional. Una muestra de la cruda realidad de pérdida de poder de compra y la necesidad de los empresarios de ofertar presentaciones reducidas para atender al consumidor, sus necesidades y características, muy lejos de la rocambolesca tesis de “simplificación de la producción”. ¿Qué pasó con tan defendida tesis por el oficialismo si la realidad y la brutal crisis apunta a todo lo contrario?

El hecho cierto es que la sociedad civil, consumidores y oferentes deben contar con instancias técnicas especializadas tanto en el tema regulatorio como respecto al funcionamiento de los distintos mercados y sectores, que puedan hacer públicos distintos análisis del impacto de las políticas públicas y regulatorias. Curiosamente, el sector privado, uno de las principales víctimas de una serie de políticas regulatorias que parten de la presunción de culpabilidad o que desconocen el normal funcionamiento y la naturaleza de numerosas actividades económicas y sectores, no ha contribuido en crear tal tipo de instancias. Nos encontramos en una suerte colectiva de esperar que las cosas cambien por arte de magia. Postura incierta, que apuesta a una solución exógena y sin asistencia de la razón, en contraposición a construir los informes, el análisis del impacto de las regulaciones, y los análisis económicos del derecho que permitan hacer ver a la sociedad sobre las distorsiones de ciertas políticas públicas y del modelo económico actual.

* Economista UCV. Master in Competition and Market Regulation, BarcelonaGSE, Universidad Pompeu Fabra, Universidad Autónoma de Barcelona. Master en Economía Industrial, Universidad Carlos III de Madrid. Master en Economía y Derecho del Consumo, UCLM. Postgraduate Diploma in Economics for Competition Law, Kings College London, University of London. 

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