El tira y afloja entre China y Trump arrastra a ASML y Países Bajos
El gigante de máquinas de chips ASML urge al Gobierno holandés a aprobar la licencia de exportación de sus equipos a China, bloqueada desde el pasado verano por presión política del presidente estadounidense, Donald Trump, que busca limitar el acceso de Pekín a la tecnología de alta gama.
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Los equipos modernos de litografía ultravioleta extrema (EUV), fabricados solo por ASML y capaces de diseñar capas complejas en chips semiconductores, pueden tener aplicaciones civiles y militares, por lo que son considerados tecnologías de «doble uso» y su exportación está restringida por el Acuerdo de Wassennar para evitar que estos sistemas caigan, por ejemplo, en manos de grupos terroristas.
Este acuerdo internacional de 1996, al que no pertenece China, obliga a la multinacional holandesa ASML a solicitar licencias individuales al Gobierno de La Haya para vender cada pedido de equipos de EUV a clientes chinos, aunque el fabricante haya estado haciendo negocios con ese país durante más de treinta años.
El presidente de la multinacional, Peter Wennink, se niega a revelar el nombre del cliente chino que espera el envío y, aunque entiende las preocupaciones, asegura que los chips en cuestión son «genéricamente aplicables, están en lavadoras, teléfonos, coches», pero es «imposible copiar una máquina EUV».
Según analizó Wennink en una rueda de prensa, la recreación de una de las máquinas de ASML «ya se intentó hace quince años y no funcionó», porque se puede intentar «copiar algunas piezas y armarlas, pero no podrá completar o hacerla funcionar sin la guía de los ingenieros de sistemas y especialistas en software» que trabajan para ASML.
El fabricante de estos equipos (del tamaño de un autobús urbano) invirtió dos décadas y más de 10.000 millones de euros en desarrollar la tecnología EUV, convirtiéndose en el único proveedor capaz de fabricar estas máquinas y haciendo que su complejidad y el gran conocimiento necesario para su puesta en marcha, haga que copiarlas sea imposible.
«Somos un integrador de sistemas. Unimos la tecnología de cientos de empresas en una máquina de trabajo para el cliente. Esa máquina tiene 80.000 piezas, muchas de ellas son muy complejas y están completamente llenas de sensores, por lo que, tan pronto como detectan algo inusual, suena una alarma en Veldhoven (sede de ASML)», añade.
Algunos de los mayores clientes de ASML son multinacionales como Intel, TSMC y Samsung, con matrices en Estados Unidos, Taiwán y Corea del Sur, esto hace que el bloqueo del permiso de exportación a China tenga un «impacto cero» en las finanzas de la compañía porque «produce chips para todo el mundo», dice Wennink.
El riesgo de robo de esta tecnología por parte de China, que le permita autoabastecerse de equipos similares a los de ASML, fue lo que llevó a los funcionarios estadounidenses a presionar al Gobierno holandés para que retenga una licencia de exportación de estas máquinas, consideradas por Washington como un «producto estratégico».
El embajador de EEUU Pete Hoekstra reconoció al diario holandés Het Financieele Dagblad las presiones sobre el gabinete de Mark Rutte: «Hemos dejado bastante claro a los holandeses que creemos que esta es una tecnología particularmente sensible que no debería estar en ciertos sitios. El Gobierno holandés también es muy consciente de los peligros», advirtió.
Como respuesta al estadounidense, la Embajada china advirtió contra «politizar» la relación comercial bajo la presión estadounidense y acusó a Washington de demostrar «arrogancia y prejuicios», predicando «aislamiento, oposición y confrontación».
La pelota está ahora en manos de los Países Bajos. La ministra holandesa de Comercio Exterior, Sigrid Kaag, lamentó verse en medio del fuego cruzado geopolítico que pone tanto al Gobierno holandés como a ASML en una posición difícil y aseguró que La Haya hace su «propia evaluación», aunque reconoció que el producto es «muy sensible en términos civiles y militares, y depende mucho del usuario final».
Sin embargo, no tener las máquinas en cuestión (que cuestan unos 120 millones de euros cada una) no significa que China no pueda obtener los chips de última generación por otras vías: Pekín ya importa casi la mitad de todos los chips en todo el mundo, por lo que se los puede comprar a otros países.
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