Jhoanny espera en fila junto a unas 50 personas frente a una tienda de ropa que ofrece descuentos de 80% y 85%. Venezolanos como ella desafían la pandemia del covid-19 para ganarle a la hiperinflación, aunque sea un día, con un Black Friday adelantado.
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«Estoy acá para poder ahorrar, porque los costos son muy elevados. Unos zapatos que te salen en 100 dólares, a lo mejor los puedo conseguir en 30 o 20», comenta a la AFP Jhoanny Reyes, de 23 años, en el concurrido centro comercial Sambil de Caracas.
Cuatro puestos de control de temperatura y distribución de gel para lavarse las manos reciben a los visitantes en este mall caraqueño, mientras parlantes repiten una y otra vez llamados a acatar las normas de bioseguridad. En el suelo, calcomanías recuerdan mantener el distanciamiento social y jóvenes con tapabocas y guantes caminan con carteles con el ícono de un rostro con una mascarilla.
El Black Friday (Viernes Negro) es recibido con brazos abiertos por Blanca Mata en medio de la crisis económica que diluye salarios en Venezuela, un país con más de 3.000% de inflación según el opositor Parlamento y una violenta depreciación de la moneda local, el bolívar.
«Es como una tablita de salvación (…), la inflación nos tiene reventados», asegura Mata, de 51 años, tras comprar ropa acompañada por su hija adolescente en otro centro comercial de la capital venezolana, el Líder.
Fue su oportunidad de adquirir «los estrenos» para Navidad y Año Nuevo, asegura con voz alegre.
El Black Friday es el último viernes del mes de noviembre según la tradición de Estados Unidos, extendida a muchos otros países. Empero centros comerciales y grandes tiendas de Venezuela lo adelantaron para adaptarse al sistema de cuarentena fijado por el gobierno, el «7+7», que alterna siete días de confinamiento «radical», que obligan a cerrar comercios salvo supermercados, farmacias y otros establecimientos esenciales, con siete días de «flexibilización» que permiten abrir.
– «Otro mundo» –
En Venezuela cada vez es más normal etiquetar los precios en dólares, ante la debilidad del bolívar, desplazado en gran parte de las transacciones que se hacen en el país.
En la tienda de calzado de Alejandra Medina por ejemplo, hay zapatos de entre 5 y 20 dólares, menos de la mitad de los precios habituales. Y la gente no para de llegar.
«Es otro mundo. No todo es pandemia, enfermedad y quedarse en casa», dice a la AFP Alejandra, quien asevera que el día ha estado «súper movido».
Tras meses de cierre, desde la declaración de la cuarentena en marzo hasta la aprobación de flexibilizaciones en junio, el Black Friday es una buena ocasión para comerciantes como ella: «Es un alivio salir de mercancía que no hemos podido vender y recuperar algo (…) en un año difícil».
Largas hileras de automóviles, en tanto, se ven en otro sector de Caracas en una gran tienda de electrodomésticos y aparatos electrónicos.
Allí, un televisor de 70 pulgadas muestra un doble etiquetado: su precio normal, 1.050 dólares, y su precio de Black Friday, 599,99 dólares.
Es inalcanzable para muchos, cuando ocho de cada diez venezolanos viven en condiciones de pobreza, según un estudio de las principales universidades del país.
Prácticamente abolidos por su rezago ante la inflación y la depreciación del bolívar, el salario mínimo y un bono de alimentación obligatorio que lo acompaña equivalen a poco más de un dólar al mes. No se ha oficializado un aumento que, según organizaciones sindicales, habría entrado en vigencia este mes en el sector público y que los llevaría a tres dólares.