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12/12/2022 01:06 PM
| Por Rafael Quiroz Serrano

Análisis | ¿Nueva licencia a Chevron viola la Constitución Nacional y la Ley de Hidrocarburos?

Tomaría un plazo más de dos años subir la producción hasta alcanzar entre 200.000 y 220.000 B/D en 2024/2025. Sin embargo, el presidente de Chevron, Michel Wirth, ha descartado una inversión importante hasta tanto no se liberen o amplíen los términos de la licencia.

Análisis | ¿Nueva licencia a Chevron viola la Constitución Nacional y la Ley de Hidrocarburos?

Poco antes de que se venciera, la OFAC, dependencia del Tesoro estadounidense para el control de activos externos, bajo el gobierno demócrata de Joe Biden, renovó la licencia a la empresa Chevron y modificó sus términos y así permitir la reanudación de su producción de petróleo en Venezuela y venta externa al propio Estados Unidos (EE.UU.).

Hasta entonces, y desde 2019, el gobierno de Donald Trump había supeditado la presencia de la empresa al estricto mantenimiento de sus activos.

PDVSA es el accionista mayoritario de las cuatro empresas mixtas donde participa Chevron. A la fecha, de estas cuatro empresas, solo Petropiar, en la Faja Petrolífera del Orinoco (FPO), y Petroboscán, en el estado Zulia, están activas.

En la segunda empresa la producción está paralizada por la acumulación de una cantidad importante de crudo, que deberá descongestionarse antes de ser reactivada. Petropiar sí ha estado produciendo, específicamente, crudo Hamaca Blend para alimentar las refinerías nacionales y contribuir a las exportaciones.

Las otras dos empresas donde participa Chevron son Petroindependencia en la FPO y Petroindependiente, en el estado Zulia. Aparte, en la frontera marítima con Trinidad y Tobago, tiene el 60% del campo de gas natural Loran.

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Chevron tendría que importar diluente de EE.UU. para trasladar la producción de los pozos de la Faja hasta el mejorador, ya que la licencia no permite que emplee condensado iraní, el cual –hasta ahora- ha sido el soporte de la producción de crudos extrapesados y que PDVSA negocia intercambiándolo por crudo venezolano.

La producción de las cuatro empresas mixtas donde participa Chevron se ubica actualmente en 50.000 barriles diarios (B/D), luego de haber alcanzado un pico de 160.000 B/D en 2018. 

Según Francisco Monaldi, investigador de Rice University, podría esperarse un moderado incremento a 100.000 B/D en 2023 y a partir de allí se requeriría inversión; para ello, se supone que Chevron querrá ver ampliada su licencia o definitivamente suspendida.

Luego, tomaría un plazo más de dos años subir la producción hasta alcanzar entre 200.000 y 220.000 B/D en 2024/2025. Sin embargo, el presidente de esta empresa, Michel Wirth, ha descartado una inversión importante hasta tanto no se liberen o amplíen los términos de la licencia.

La nueva Licencia 41

Chevron tiene que reparar equipos averiados, detener cortes de energía y solucionar problemas con oleoductos, volver a contratar a cientos de trabajadores y lidiar con amenazas a la seguridad física, incluidos los robos de gasolina.

Hay que recalcar que operar con la nueva licencia conlleva un riesgo considerable para la propia empresa estadounidense, ya que está sujeta al cumplimiento de los compromisos adquiridos en México por el gobierno venezolano para que se realicen elecciones libres en Venezuela, de cara a 2024 o antes, por lo cual Chevron irá con mucho tino y comedidamente, antes de aventurarse a pasos más decididos que permitan levantar su incursión en los campos venezolanos.

Nadie invierte significativamente cuando está condicionado al cumplimiento de compromisos adquiridos por otros, máxime cuando son esos “otros” solos quienes pueden honrar tales compromisos. Ha pasado antes, y muchas veces, que al gobierno no le importa desconocer lo acordado, retroceder y darle una «patada a la mesa», antes que avanzar en la democratización cierta del país, y esto lo sabe Chevron.

La licencia fue concedida por solo seis meses y está sujeta a un escrutinio mensual vigilante del cumplimiento (monitoreo) de los compromisos políticos acordados en la mesa de negociaciones entre el gobierno de Maduro y la plataforma opositora.

En el formato de tal cumplimiento no participa para nada la empresa Chevron.

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Chevron es lo que queda

Prácticamente, Chevron queda –para algunos analistas- como la “gran” empresa que pueda ayudar a levantar a PDVSA, ya que tanto China y Rusia, donde tenía puesta grandes esperanzas el gobierno para sostener la industria, han hecho mutis, y las otras empresas grandes como TotalEnergies, Equinor y hasta Rosneft, prefirieron ceder sus participaciones en las empresas mixtas, y algunas de ellas ya han demandado a PDVSA en el exterior.

Tan solo se mantienen activas ENI y Repsol, pero solo en el negocio del Gas, que como se sabe dominan al jugar PDVSA, cuando lo hace, un papel de socio minoritario.

Esta reactivación de Chevron, posiblemente, pudiera convertirse en un punto de inflexión para la producción petrolera en Venezuela, y así detener, parcialmente, el deterioro imparable de PDVSA hasta el punto que su producción, estancada desde hace meses entre 600.000 y 750.000 B/D, se ha hecho cada vez más dependiente de la llegada de condensado iraní para medio sostener la extracción de crudo extrapesado en la FPO.

La producción nacional está hoy a niveles de hace 80 años y, según información directa, llegó en octubre a 717.000 B/D, o a 679.000 B/D según fuentes secundarias de la OPEP.

La “fiesta” por la fantasía de la licencia a Chevron

La reanudación condicionada de lazos productivos con Chevron, y la expectativa de que otras empresas, como Repsol y ENI, gocen de las mismas prerrogativas concedidas a la estadounidense ha llevado a que algunos analistas, incluyendo a economistas (no petroleros, por cierto), maximicen, glorifiquen y hagan especulaciones derivadas de meras lucubraciones o fantasías, en torno a expectativas de grandes inversiones y al aumento destacado de la producción petrolera venezolana.

En sus elogios paroxísticos dieron a entender que la Licencia 41 otorgada a Chevron representaba el relanzamiento de PDVSA y el renacimiento petrolero de Venezuela, y que también alentaría –casi de inmediato- la reactivación económica de la industria petrolera nacional; y además se esperaría que más adelante atraiga inversiones suficientes para llevar la producción de manera sostenida por encima del millón, o 2 millones, de barriles diarios.

En fin, dejaron entrever que Chevron se convertiría en algo así como una especie de estrella polar del desarrollo petrolero venezolano; pero nada dijeron sobre las 30 empresas transnacionales que, con los brazos cruzados, ya cohabitan en la FPO, y las otras 10 que se encuentran fuera de la misma Faja.

¿Alguno de estos analistas se habrá preguntado, acaso, por qué estas 40 empresas transnacionales petroleras (que ya están aquí) no acuden al clamor que constantemente hace el Presidente desde Miraflores para que inviertan en los múltiples proyectos que reposan en los archivos de PDVSA?

¿O alguno de ellos sabrá qué pasó con “los 15 motores de la economía” que Maduro lanzó, hace años, con bombos y platillos desde su despacho, y que nos iban “a convertir en un país potencia del primer mundo”? Definitivamente que soñar no cuesta nada y la fantasía palaciega raya en fábulas y mitos que solo creen mentes ingenuas e incautas del “ideal” bolivariano.

PDVSA en abandono

El estado de abandono de PDVSA la ha llevado de ser una empresa que llegó a producir por encima de 3.6 millones de barriles diarios (B/D), a un cascarón totalmente dependiente de tecnología, crudos y derivados importados, incluso no puede garantizar un flujo continuo de exportaciones debido a su inestable producción, amén de reclamos de compradores externos por cargamento con agua y otros componentes.

Según algunos analistas serios, PDVSA requiere alrededor de 36% de dilución fraccional para producir crudos de la Faja Petrolera del Orinoco (FPO), lo que ha llevado a una caída de la producción propia. Y esto, ha sido más grave aún en el derrumbe de la producción de crudo convencional en Occidente y Oriente.

La porción importada es creciente acercándose a 35% de la producción, incluyendo condensados, crudos pesados, gasolinas y diésel. Un reciente cargamento de 2 millones de barriles de condensado iraní permitirá que siga sosteniéndose la producción de crudo extrapesado, pero al no ser constante este flujo de diluente, vuelven los altibajos.

Según Argus en la FPO la producción de noviembre fue de 445.000 B/D, seguida por 172.000 B/D en Oriente, 93.100 B/D en Occidente y 5.340 B/D en otros yacimientos.

Se espera que en Occidente la producción suba, después de meses de declinación, cuando Chevron reactive a Petroboscan y en la Faja lo correspondiente a Petropiar. Venezuela exportó el mes pasado 619.300 B/D de crudo y combustible, 16% más versus octubre, para un promedio de 620.000 B/D en los meses transcurridos en 2022, por debajo de una medida equivalente en 2021.

El reinicio de los mejoradores Petropiar y Sinovensa impulsó las ventas externas. El concurso de Chevron debería ayudar a subir un tanto las exportaciones del próximo mes de enero.

Quizás uno de los pocos atractivos para Venezuela de reanudar la relación productiva con Chevron pudiera esperarse en la parte fiscal, ya que, aunque la modificación de la licencia restringe, temporalmente, el flujo de ingresos que se percibe por pago de impuestos, dividendos y regalías, la cuantiosa deuda que se tiene con Chevron se reduciría, tal como se viene haciendo con ENI y Repsol.

Además, los cargamentos que se coloquen en EE.UU., a través de Chevron, serían a valor de mercado, sin los ominosos descuentos que ha significado negociar con China, y hacerlo de manera furtiva. Más adelante, pudiera reestablecerse las exportaciones a India, al aliviarse más las restricciones hasta ahora existentes por las sanciones; en su momento, India fue el principal comprador de petróleo de Venezuela.

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Hay que resaltar, sin embargo, que, según Francisco Rodríguez, investigador venezolano de la Universidad de Denver, aunque Chevron tiene prohibido pagar impuestos o regalías al tesoro venezolano bajo la nueva licencia, las empresas conjuntas controladas por PDVSA en las que participa son las que realizarán dichos pagos, y de esa manera ingresarían al fisco nacional una cantidad de recursos, dependiendo del nivel de producción que se alcance, y de lo que se acuerde destinar para pago de las acreencias que se tienen con Chevron.

Según Rodríguez, el gobierno estadounidense no tiene la autoridad ni el poder para impedir que los directorios de las empresas mixtas realicen los pagos de impuestos y regalías que están obligados a hacer de acuerdo con la ley venezolana.

Violación de la Ley Orgánica y la Constitución nacional

Un aspecto interesante del regreso de Chevron a la actividad de producción en Venezuela, y que tendría importantes consecuencias en el papel de las empresas mixtas donde tiene mayoría PDVSA, es ceder a las otras empresas socias el control operacional, gerencial y de contratación de servicios.

Para ello, el Gobierno a través de su Ministro de Petróleo, ha anunciado nuevos contratos con Chevron, sin que se conozcan aun sus detalles.

Para muchos versados en la materia petrolera, esto no es posible de llevar a cabo en el marco de la vigente Ley Orgánica de Hidrocarburos, y seguramente podrían pedir una aclaratoria ante las instancias judiciales respectivas.

Existe la duda si este contrato sería uno de asistencia técnica; es decir, un contrato por el cual PDVSA, directa o indirectamente, traslada a Chevron el derecho a producir y exportar petróleo.

Según el exprocurador especial designado por Juan Guaidó, José Ignacio Hernández, este contrato haría posible la aplicación de la licencia general M°41, pues sería Chevron la que asumiría la responsabilidad de producir y exportar petróleo en nombre de las Empresas Mixtas (EE.MM), asegurando con ello el cumplimiento de la licencia.

Esto daría a Chevron control para asegurar el pago de la deuda que mantiene con PDVSA. De esta manera, este contrato sería la pieza que falta para poder entender cómo funcionará en la práctica la licencia.

Esto coloca en evidencia la falta de transparencia de la nueva licencia, que solo saca a la luz una parte de las operaciones que realizaría Chevron. Sin conocer si existe un nuevo contrato y cuáles son sus términos y condiciones, no puede analizarse debidamente la nueva licencia.

Pero en todo caso, debe recordarse que un contrato como el descrito violaría flagrantemente la Constitución de la República (Artículos 12, 302, 303 y 311) y la Ley Orgánica de Hidrocarburos, pues PDVSA no puede delegar, directa ni indirectamente, la producción de petróleo en empresas privadas.

La algarabía y “fiesta” que exageradamente algunos han pretendido hacer en torno a la licencia otorgada condicionalmente a Chevron, nos demuestra que aún no hemos remediado las patologías producida por la renta petrolera, que seguimos esperando más riquezas venidas del petróleo y que una nueva “bonanza” está a la vuelta de la esquina, y así nos convencemos que cada día más dependemos del petróleo, y de cuán dependientes y vulnerables somos aun de esta principal materia prima.

* El autor es economista especializado en la materia petrolera, escritor y docente universitario

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