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17/08/2016 07:48 AM
| Por

Bloomberg

A la clase media saudí se le hace cada vez más difícil llegar a fin de mes

Fahad bin Raja se gana la vida vendiendo autos en la capital de Arabia Saudí. Abdullah Saeed los conduce. Y en la nueva era de austeridad del reino feudal, ambos tienen cada vez más complicado llegar a fin de mes.

Saeed, de 63 años, cuenta que la seguridad social cubre por completo el costo del alquiler de su casa: 2.000 riyales (unos 470 euros). Pero aun así, para alimentar a sus nueve hijos él y su mujer dependen directamente del trabajo. Mientras él conduce un taxi todas las horas que puede, su mujer se encarga de elaborar y vender perfumes caseros.

Y aunque hasta hace unos meses sus cuentas cuadraban, «cada vez es más difícil conseguir dinero en Riad». La falta de clientes que percibe Saeed es sólo una muestra más de cómo el cambio de rumbo fiscal emprendido por el príncipe heredero Mohammed bin Salman está comenzando a afectar a la demanda interna.

Y es que casi todas las medidas han ido a impactar directamente sobre el consumo. De momento se han recortado drásticamente las subvenciones a la gasolina, el agua y la electricidad. Y vendrán nuevos impactos, porque Salman ha incrementado el costo de los visados para los trabajadores extranjeros -que deben pagar sus empleadores- y promete que moderará los sueldos públicos.

Pese a que desde el punto de vista de Occidente la gasolina y el servicio doméstico siguen siendo bastante baratos, en un país en el que los ciudadanos no tienen ni voz ni voto, y en el que la familia que lo gobierna confiaba hasta ahora en el gasto público para aplacar cualquier disidencia política, modificar la fórmula que ha venido manteniendo estable a la dictadura feudal es una apuesta.

Los jóvenes dictarán el futuro

«El riesgo es que el paquete de reformas no sirva para reducir la dependencia de Arabia Saudí de los ingresos por la exportación de petróleo, y de hecho parece ciertamente que no va a servir para ello», explica Bruce Riedel, ex agente de la CIA y colaborador de la Brookings Institution. Sin reducir esa exposición a los vaivenes de precio del crudo, «el Reino seguirá siendo vulnerable a las caídas bruscas. Y eso podría crear inestabilidad».

Por educación y trayectoria vital, Saeed lo tiene más fácil que Bin Raja, que a sus 33 años se dedica a vender autos usados en el barrio de Ash Shifa. Como sus compañeros, Raja apenas ha conocido otra cosa que un país en el que ganar dinero y vivir sin esfuerzo eran la norma.

Entre 1990 y 2015 el producto interior bruto per cápita -ajustado al tipo de cambio- de Arabia Saudí saltó de 29.500 dólares a 53.624, conforme a los datos del Fondo Monetario Internacional.

«La situación económica es mala», resume Raja mientras espera a que entre algún cliente al que atender. El vendedor culpa al petróleo de la situación, pero también a la guerra que su país ha emprendido contra los chiitas en Yemen, que está afectando las ya dañadas finanzas públicas. Respecto a su negocio, tiene cifras para valorar el descenso del consumo privado: las ventas han caído un 43% en los últimos seis meses.

El futuro de Arabia Saudí está en las manos de Raja y de los millones de jóvenes que viven en el país y que son fruto de la explosión demográfica de los últimos años. Seis de cada diez saudíes (13 millones de 21 millones) tienen menos de 30 años, y serán ellos quienes en última instancia determinen si el plan de Salman sirve o no para cambiar el modelo económico… sin cambiar el sistema político.

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