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28/01/2020 08:15 PM

Dolarización de facto tiene a la población de tercera edad «indefensa» e «impotente»

Dolarización de facto tiene a la población de tercera edad «indefensa» e «impotente»

La dolarización de facto en Venezuela tiene a la población de tercera edad «indefensa» e «impotente», según narra este martes La Voz de América, luego de conversar con una jubilada de 70 años, quien recibe un salario mensual de 250.000 bolívares, aproximadamente, y con el que solo puede comprar una modesta comida, a lo sumo dos, lo que afirma que la moneda nacional cada vez vale menos.

“Cuando uno va para un abasto, para un mercado, todo es dolarizado. A uno no le queda nada de lo que gana, ¡nada!”, indicó.

La economía de Venezuela atraviesa horas complejas desde hace siete años, con especial énfasis en los últimos dos, cuando economistas han advertido la existencia de niveles hiperinflacionarios.

La inflación entre diciembre de 2018 y el mismo mes de 2019 fue de 7.374,4%, publicó hace dos semanas la comisión de Finanzas del Parlamento venezolano, de mayoría opositora. Es la peor tasa de alza de precios del mundo. Y, allí, el dólar ha hallado nicho.

El billete verde es dueño y señor de mercados, abastos y negocios varios de Venezuela, especialmente desde el año pasado. Determina precios de productos de línea blanca, prendas de vestir, inmuebles, vehículos, servicios profesionales, mano de obra y, sobre todo, la comida.

Ecoanalítica augura que el grado de dolarización de las transacciones será mayor este año. Asdrúbal Oliveros, su director y economista, calcula que será de 60% en zonas urbanas.

“La hiperinflación provocó que los ciudadanos ya no confíen en el bolívar. Y se refugian en el dólar. La hiperinflación no excluye a nadie. Claro está, los que viven con bolívares, están mucho peor”, advirtió en noviembre pasado en una publicación en sus redes sociales.

La dolarización en Venezuela es “muy desigual” y perjudica intensamente a los agentes económicos que no tienen acceso a la divisa extranjera, advierte Alejandro Grisanti, economista, en conversación con la Voz de América desde Nueva York.

Cree que el dominio progresivo del dólar en la economía ha sido “informal y desordenado”, lo que ha dejado en condición de vulnerabilidad a adultos mayores sin ingresos en esa moneda ni familiares en el extranjero que les envíen remesas.

Grisanti observa que la posibilidad de una dolarización total es lejana. Lo desaconseja en el caso venezolano, aunque explica que, para que ello ocurra, los bancos nativos deben aceptar depósitos en dólares para formalizar pagos de salarios con la divisa. “Ahorita, no es posible”, dice.

Lila Gotera, de 70 años, hace votos por defender la moneda venezolana, pero culpa al madurismo de hacerse de la vista gorda ante el avance del dólar para que se alivie la crisis general.

“Esto ha afectado al venezolano. Si no tienes dólares, no puedes comprar. El bolívar debe ser lo más importante y hay que defenderlo”, expresa, indignada. Los dos hijos de Gotera, docente jubilada, la ayudan financieramente desde el exterior. “Si no, no pudiera mantenerme”, apunta.

Roger Albarrán Santos, empleado jubilado de la Universidad del Zulia, de 70 años, descansa esta mañana en una silla de mimbre, al lado de un quiosco donde resarcen zapatos. A su lado, a unos metros, tres hombres pagan en bolívares sus apuestas en una agencia de envites y azar.

Él, ocasionalmente, se suma a los juegos. Le encoleriza el “menosprecio” a la moneda nacional y despotrica contra los comerciantes que dolarizan sus precios. Los culpa de hacer lo que se les antoje.

“¿Por qué tienen que mandar los gringos aquí?”, se pregunta, enojado, logrando captar la atención del zapatero. “Prefiero que vuelva el bolívar. La pasamos mal los que no tenemos dólares”.

Hasta las consultas médicas se han contagiado de la fiebre del dólar. Alba Andrade, paciente oncológica entrada en sus 60 años, cuenta su experiencia mientras espera el transporte público.

“El año pasado, pagué 10.000 bolívares por una consulta y este jueves (23 de enero) fui a una, y me cobraron 20 dólares o su equivalente en bolívares. Fueron 1.560.000 bolívares”, comparte.

Alba disfruta de la fortaleza del dólar sin tenerlo tangiblemente en sus manos: su hijo, en Estados Unidos, cambia dólares a bolívares cada tanto para transferírselos a su cuenta en banco venezolano.

El imperio de la divisa extranjera en mercados locales, cree, es culpa del mismo venezolano.

“Esto es pueblo contra pueblo. Ojalá esto cambie”, dice, decepcionada, antes de embarcarse con parsimonia en un bus rojo, camino a su hogar.

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