Rusia y Venezuela formalizan la "alianza de los sancionados" para enfrentar a EEUU
El Tratado de Asociación Estratégica y Cooperación entre Venezuela y Rusia está conformado por 25 artículos y establece un plan para construir estructuras financieras, logísticas y tecnológicas independientes.
Rusia y Venezuela sellaron un acuerdo que consolida más de dos décadas de alianzas políticas, económicas y militares, en un contexto global marcado por sanciones y rivalidades geopolíticas.
El llamado Acuerdo de Asociación Estratégica y Cooperación formaliza una relación que ya operaba de facto, y busca blindar a ambos gobiernos frente al sistema financiero y diplomático dominado por Estados Unidos.
El tratado fue suscrito en mayo, pero requería la aprobación legislativa en cada país. La Asamblea Nacional le dio el visto bueno el pasado 30 de septiembre y la Duma lo refrendó el 22 de octubre, con lo que quedó listo para su entrada en vigencia.
El documento, publicado en la Gaceta Oficial con fecha 7 de octubre, está compuesto por 25 artículos, y establece un plan para construir estructuras financieras, logísticas y tecnológicas independientes.
Su propósito declarado es asegurar la resiliencia de ambos Estados ante las sanciones y promover un orden internacional multipolar. En la práctica, representa un intento por institucionalizar lo que podría denominarse como una “alianza de los sancionados”.
Para Venezuela, la firma del acuerdo llega en un momento crítico. Aunque el Gobierno de Nicolás Maduro proyecta un crecimiento del PIB cercano al 9% en 2025, el país continúa afectado por una alta inflación, una gran desigualdad en la distribución del ingreso y un mercado laboral dominado por bajos salarios e informalidad.
La recuperación depende casi por completo de la industria petrolera, que alcanzó ya una producción de 1,1 millones de barriles diarios, pero aún está lejos de los niveles históricos.
Contra la hegemonía estadounidense
En el plano diplomático, Caracas enfrenta un aislamiento regional creciente, tras las elecciones de 2024 y la ruptura de relaciones con varios gobiernos latinoamericanos. En ese contexto, Moscú se presenta como su principal sostén político, financiero y militar.
Para Rusia, en cambio, la alianza tiene un valor geopolítico de largo alcance. Aislada por las sanciones derivadas de la guerra en Ucrania, busca aliados en el llamado Sur Global para desafiar la hegemonía estadounidense.
Venezuela, con sus vastas reservas de crudo, ofrece una plataforma estratégica en el hemisferio occidental y un socio dispuesto a participar en la construcción de estructuras alternativas de poder.
El texto del acuerdo adopta un tono marcadamente ideológico en sus primeros artículos, donde ambos gobiernos se comprometen a coordinar posiciones en foros internacionales, a oponerse a las “medidas coercitivas unilaterales” y a combatir la “falsificación de la historia del colonialismo”.
Este lenguaje no solo refuerza una narrativa antioccidental, sino que busca dotar a la alianza de una legitimidad política ante sus propias poblaciones y ante países del Sur Global.
Petróleo y BRICS en el centro de la escena
Uno de los puntos más relevantes es la institucionalización de un “diálogo político regular” al más alto nivel y la creación de mecanismos permanentes de consulta.
Rusia valora el interés de Venezuela de incorporarse al grupo BRICS, y hay un compromiso en integrar al país a la Unión Económica Euroasiática (UEE), espacios que el Gobierno de Maduro considera claves para romper su aislamiento financiero.
Aunque la entrada a los BRICS fue vetada por Brasil en 2024, Moscú mantiene el apoyo a su candidatura como parte de una estrategia para reforzar su influencia dentro de esa alianza.
El núcleo económico de la cooperación se encuentra en el sector energético. A través de empresas mixtas como Petromonagas, Petrovictoria y Petromiranda, Rusia participa en la producción de crudo pesado venezolano.
El acuerdo no detalla proyectos específicos, pero pone como meta «el aumento de la producción de los yacimientos operados por empresas conjuntas (…) así como la expansión de las operaciones de comercialización de petróleo de forma mutuamente beneficiosa».
Rusia se ha convertido en un aliado petrolero clave, no solo en las empresas mixtas, sino también en el financiamiento. Incluso, recientemente Venezuela concretó la compra de naftas que antes adquirían en Estados Unidos, un insumo clave para la refinación de crudo.
El acuerdo también incluye cooperación en gas natural, minería, metalurgia y telecomunicaciones. Rusia ha manifestado desde hace más de una década su interés en invertir en proyectos mineros y gasíferos, viendo el oro y los diamantes venezolanos como los principales productos a explotar.
Avanzar en la cooperación financiera, logística y militar
También en el terreno económico, el acuerdo suscrito define una agenda para crear infraestructuras financieras (el uso del sistema ruso de pagos MIR ya está operativo en parte del sistema bancario venezolano) y logísticas fuera del alcance de Washington y Bruselas. En este sentido se acuerda el desarrollo de rutas marítimas y aéreas “resilientes a las restricciones externas”.
Además, se propone «la expansión del servicio aéreo regular directo» para así promover «intercambios culturales, humanitarios, turísticos y privados».
Actualmente, Conviasa opera dos vuelos mensuales que conectan a Caracas con Moscú y son los que movilizan a turistas de ese país que generalmente compran paquetes para vacaciones en la Isla de Margarita, uno de los destinos que más visitantes rusos recibe.
En el plano militar, se formaliza la relación en materia de defensa. Ambos países se comprometen a fortalecer sus capacidades y a intercambiar tecnología, información y entrenamiento. Esto busca dar continuidad a la presencia de asesores rusos, las ventas de armamento y la cooperación en seguridad informática.
Desde 2005, Venezuela ha adquirido sistemas de defensa rusos como cazas Sukhoi, tanques T-72 y baterías antiaéreas S-300. Uno de los proyectos más emblemáticos es la planta de fusiles Kalashnikov en Maracay, inaugurada este año tras un largo proceso y que podría alcanzar una producción de 70 millones de municiones anuales.
En conjunto, el Acuerdo de Asociación Estratégica Rusia-Venezuela representa mucho más que una alianza bilateral: es un experimento geopolítico que desafía los límites del orden internacional vigente.
Su éxito o fracaso podría definir hasta qué punto los Estados sancionados son capaces de construir sistemas paralelos sostenibles. En el corto plazo, proporciona a Caracas un apoyo político y económico. En el mediano, consolida la presencia de Moscú en América Latina.
*Este texto fue elaborado con apoyo de herramientas de inteligencia artificial y revisado por la dirección editorial de Banca y Negocios.
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