#Exclusivo: Producción de café en Venezuela se mueve entre oportunidades y grandes desafíos
Aumenta el número de marcas registradas de café, pero el modelo venezolano de producción se basa en fincas pequeñas con técnicas de cultivo de hace 50 años. La producción satisface la demanda interna, en buena medida porque el consumo ha caído.

La caficultura en Venezuela presenta una situación dual, marcada por un lado por el resurgimiento de marcas y el reconocimiento de la calidad de su café, y por otro, enfrenta serios desafíos estructurales y económicos que afectan a los productores.
Comencemos por ver el vaso medio lleno. Hay aspectos positivos y de resurgimiento. En primer lugar, la calidad y el reconocimiento. El café venezolano, históricamente bien ponderado por su calidad (principalmente la variedad Arábica), está recuperando atención. Se destacan los cafés cultivados en regiones con condiciones ideales de altitud y clima, como los estados Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Portuguesa y parte de Barinas.
También hay un aumento de marcas y emprendimientos. Se ha observado un auge en el sector, con el registro de más de 3.000 marcas de café desde 2020, lo que refleja un movimiento de emprendimiento y el interés en el café de especialidad.
Venezuela ha logrado un autoabastecimiento en materia de café con producción nacional. Otro factor a favor es la recuperación del consumo per cápita. El consumo de café por habitante se ha ido recuperando, aunque sigue por debajo de los niveles de hace una década.
Incluso, vayamos más allá, hay exportación: Aunque representa un porcentaje menor de la producción total (aproximadamente el 10%), el café venezolano está llegando a mercados internacionales, con Estados Unidos como destino principal, a pesar del contexto político.
Y, en cuanto al marco legal, hay que remachar que se ha impulsado un proyecto de Ley Nacional del Café para respaldar al productor, con miras a incentivar el desarrollo sostenible y la exportación.

Fuente: Estimaciones gremiales / 2023* estimación del Ministerio de Agricultura.
La parte áspera
Pero -asimismo- tenemos desafíos y limitaciones. A saber, los que siguen:
-Desfase Tecnológico: Existe un importante atraso tecnológico en los campos de cultivo, lo que impide la optimización de las jornadas y un crecimiento más eficiente y ecológico. La dificultad para adquirir equipos y nuevas tecnologías es un factor clave.
-Diferencial Cambiario y Precios: Los productores nacionales reciben un pago en bolívares equivalente a un precio significativamente menor que la cotización promedio internacional del saco de café (que se cotiza en dólares), lo que reduce sus márgenes de ganancia y su capacidad de inversión.
-Falta de Inversión e Infraestructura: La escasez de financiamiento, el mal estado de las vías agrícolas y la intermitencia en el suministro de servicios básicos (como el diésel para maquinaria y el combustible para transporte, así como la energía eléctrica) afectan gravemente la producción y la logística.
-Calidad de la Producción: Algunos reportes indican que la proporción de café de alta calidad ha disminuido en comparación con décadas anteriores, aunque el sector del café de especialidad está tratando de revertir esta tendencia.
-Insumos: La escasez y los altos costos de insumos esenciales como fertilizantes dificultan la aplicación de prácticas agrícolas modernas y sostenibles.
Para dar una entrada a este dossier, podemos resumir diciendo que la caficultura en Venezuela se encuentra en una fase de lenta recuperación y revalorización de su producto, impulsada por nuevos emprendimientos y la calidad intrínseca del grano venezolano. Sin embargo, su crecimiento y plena consolidación están condicionados a la superación de problemas macroeconómicos y estructurales, como el desfase tecnológico, el bajo precio pagado al productor y la deficiencia en infraestructura y servicios.
Banca y Negocios consultó -en exclusiva- al director ejecutivo de Fedeagro (Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela), Vicente Pérez; a Julio Gil, al frente de la Finca Piedra Grande, en el estado Portuguesa, una mediana productora de café; y a Juan Fierro, propietario de una pequeña finca productora de Café, en el estado Mérida, llamada Siembra Viva.
Vicente Pérez dice que hay que dar un poco de contexto histórico, antes de entrar en materia, por lo cual recuerda que Venezuela tiene 200 años produciendo café. “Llegó a Ciudad Bolívar, en el siglo XVIII, pero luego vino a Caracas, que es donde se empiezan a hacer las primeras siembras”, ofrece un retazo de nuestro pasado.

Fuente: Estimaciones gremiales
Años 40 y 50: pico histórico
“Se empieza a exportar café. Pero entre los años 40 y 50 del siglo pasado, Venezuela alcanza un pico histórico de entre 1 millón 800 mil sacos -o quintales, como se llaman- y 2 millones”, subraya la fuente.
Para el lector más curioso, diremos que un quintal es un saco de 46 kilos (o 100 libras) de café. “A partir de 1998 hubo una sobreoferta de café, generada por Vietnam (el segundo productor de café a escala internacional), y cayeron los precios de modo dramático. Hubo una crisis mundial de precios, porque Vietnam bombardeó los mercados. Esto afecto a todos, y Venezuela no fue la excepción”, relata.
A finales de los años 90 el precio del saco estaba entre 125 y 150 dólares, “y bajó hasta 32 dólares: la caída más fuerte de los últimos 100 años”, indica con asombro el portavoz de Fedeagro.
Cuenta que esa crisis fue superada. Pero en 2003 “el gobierno comienza a controlar los precios, incluido el café”. En consecuencia, “la producción nacional cayó de 1 millón 800 mil sacos, a alrededor de 600 mil”, explica Pérez.
Pero dice que el gobierno luego liberó los precios, y la economía tomó una bocanada de oxígeno. “Hoy tenemos una recuperación. Estamos empezando una cosecha nueva, y esperamos llegar a 1 millón 400 mil sacos”, le vuelve el color al rostro. “Se está volviendo a exportar, si bien en una cantidad incipiente”. El año pasado se exportaron 150.000 sacos, acota el entrevistado.
Consultamos a Pérez sobre los tres productores de café más grandes del país, y dice que hay familias, pero declina mencionarlas por motivo de seguridad.
A nivel de torrefactoras, dice que las dos grandes marcas son Café Amanecer y Flor de Arauca. “Ambas tienen una posición de dominio, pues han alcanzado la capacidad de imponer los precios a los caficultores”, explica el director ejecutivo de Fedeagro.

El modelo de producción en Venezuela está integrado por una red de fincas pequeñas.
¿Cuáles grandes productores?
No hay productores grandes, indica. “La finca más grande no pasa de 150 hectáreas, y eso es muy contado”, da una idea de las dimensiones. “En Colombia hay fincas de 600 hectáreas, en Brasil de 2 mil hectáreas, por dar las dimensiones”, pone en claro, para ir cerrando.
La producción nacional -afirma- sí cubre la demanda interna. Pero hay dos factores: la diáspora (tenemos más de 9 millones de venezolanos emigrados); y el venezolano hoy día -garantiza- toma menos café que en otras épocas.
Hay que hacer un aparte, para decir que el mercado emergente de cafeterías de alto nivel y el auge del “café de especialidad” en Venezuela refleja un cambio en los patrones de consumo, impulsado por una «economía burbuja» que busca experiencias premium e internacionales.
“Se ha creado un mercado de café de especialidad, pero se trata de un porcentaje muy pequeño de la torta. En Venezuela hay baristas como Pietro Carbone, y Gustavo Paparoni, entre otros. Ese café hay que tratarlo de una manera muy específica. No pasa de 5% de la producción nacional”, dice el dirigente gremial.
Desde Mérida, Juan Fierro Díaz, habla desde la óptica del productor. Tiene una pequeña finca que produce el café “Siembra Viva”.
Su finca apenas tiene media hectárea, y produce apenas 3.000 plantas.
Un pequeño relato inspirador
Fierro nació en Caracas, pero creció en Mérida. No hizo estudios universitarios. Un año en Miami, un par de años en Nueva York, y va a dar a Los Roques, donde fue posadero por 20 años.
Mientras esos 20 años pasaban -1999 a 2018-, el caficultor fue construyendo una casita en las montañas de Mérida. Desde 2018 vive allí.
“Cuando me vengo en el 2018 a vivir aquí, comienzo a pensar a qué dedicarme, y decido producir moras, por ser un cultivo poco agresivo con los suelos”, echa la cinta atrás.
En junio de 2022 compra un proyecto a la gente de Granotech, que está con Grano a Grano, una marca de café que puede conseguirse en Caracas.
“De momento, produzco tan poco café que tengo un cliente principal. Una cafetería que se llama Vainilla. Es un café muy bonito”, sonríe con satisfacción.
El dueño de Siembra Viva dice que factura por precio y no por volumen. ¿Por qué? Porque él produce lo que se conoce como “café de especialidad”.
Dice que cada línea de sembradío debe respetar la topografía del sitio. “La línea no es recta. Lo importante es que todas las plantas estén sembradas en la misma cota. Tenemos una tierra maravillosa, estamos a 2.150 metros de altura, lo que garantiza un café de especialidad”.
Aparte de la cafetería Vainilla, sólo vende a algunos amigos. Fierro Díaz dice que su meta es seguir haciendo el mejor café. Procesa tres tipos de café: lavado, honey y natural. “El café lavado es el tradicional; los otros dos procesos no despulpan el café”, explica a trazos gruesos sus procesos.
Su esposa lo acompaña en todo lo que se trata de redes, diseño de artes, y cobranzas, por ejemplo. “Mi próximo paso de comprar café a otros productores y procesar. En la cadena del café el eslabón más golpeado es el productor. Hay más dinero en la torrefacción, empaque y comercialización”, y así se plantea proceder el pequeño empresario en el corto plazo.
– ¿Cómo ve el negocio del café en Venezuela, con respecto a nuestros pares de la región?
– Creo que tenemos las condiciones climáticas, geográficas y geológicas para tener mejor café que Colombia o Brasil.

en la caficultura venezolana se siguen usando técnicas de hace 50 años
Técnicas de hace 50 años
Julio Gil, en su esquina, es la cabeza visible de Finca Piedra Grande, en el estado Portuguesa; se trata de un productor mediano de café. Ofrece -por razones logísticas y de tiempo- una declaración breve, pero de provecho.
– ¿A qué marcas le suministra usted su café?
– Uno se lo vende de diferentes marcas. Yo no estoy casado con ninguna de ellas.
En cuanto a la calidad de su producto, Gil dice que en la caficultura venezolana se siguen usando técnicas de hace 50 años. “El grano de café no se aprovecha del todo, uno se queda con la pulpa”, da cuenta de una peculiaridad de este tipo de cultivo.
Comenta que la Finca Piedra Grande sigue procesando el café con máquinas de hace 150 años, porque ha carecido del músculo financiero para comprar maquinaria de última generación.
“Yo tengo una finca mediana, que más bien está produciendo menos que antes. Uno es heredero; yo esto lo recibí de mi papá”, indica.
Gil no vive 100% de la finca, sino que ejerce otra profesión. “Yo traté de vivir 100% de la finca, y eso no te da para llevar una vida de clase media”, desnuda su verdad.
Confirma que no hay productores grandes en Venezuela. “Puede haber alguien que produzca más que yo. De repente otro productor genera 2 mil sacos, y yo 300 apenas, pero el promedio (90% de los productores) son fincas de menos de 5 hectáreas”, declara el caficultor.
El negocio está mejorando un poco en los últimos 5 años, declara Gil. Dice que las dos principales torrefactoras no están pagando al precio internacional. “Las torrefactoras se pusieron a exportar”, indica, sin emitir juicios de valor. “Venimos de una recuperación, pero está decayendo”, remata.
Resiliencia y reinvención
La caficultura en Venezuela hoy día se erige como un sorprendente ejemplo de resiliencia y reinvención, al superar décadas de declive y falta de inversión. Impulsado por el auge del café de especialidad y el compromiso de figuras como Pietro Carbone, el sector ha pasado de enfocarse en el volumen a centrarse en la calidad del grano y la diferenciación por origen.
Este enfoque no solo revitaliza las haciendas tradicionales, sino que genera una nueva cadena de valor que conecta directamente al productor con un consumidor cada vez más exigente, ávido de experiencias gourmet en cafeterías locales que emulan la sofisticación de mercados globales.
El futuro del café venezolano, sin embargo, depende de superar los desafíos estructurales que aún persisten, como la falta de financiamiento adecuada y las fallas en la logística de insumos y servicios.
La labor de gremios como Fedeagro es crucial para presionar por políticas que garanticen la estabilidad del campo y el respaldo institucional necesario.
Si se logra consolidar el crecimiento en calidad, asegurando la sostenibilidad económica y ambiental de los caficultores, Venezuela podría recuperar su sitial en el mapa cafetero mundial, trascendiendo la crisis para ofrecer al mundo una taza con verdadero aroma a esperanza y prosperidad.
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