El mayor puerto de Estados Unidos padece las consecuencias de la guerra comercial de Trump
Para la primera semana de mayo, el puerto de Los Ángeles recibirá hasta un 35% menos de carga comparado con el mismo período del año pasado.

En el puerto de Los Ángeles la frenética coreografía de las grúas descargando contenedores procedentes de Asia se ha ralentizado y el ruido en los muelles más concurridos de Estados Unidos se está calmando.
«Se podría oír caer un alfiler, es muy inusual», declaró a la AFP el director del puerto, Gene Seroka.
Según este barómetro no oficial, la economía estadounidense se enfrenta a una desaceleración bajo el mandato del presidente estadounidense, Donald Trump, en medio de su guerra comercial con China.
Junto con el vecino puerto de Long Beach, la zona representa la mayor puerta de entrada a Estados Unidos de mercancías procedentes de China y del resto de Asia.
Eso la ha convertido en una de las primeras víctimas de una crisis incipiente que amenaza con perturbar la vida de millones de estadounidenses.
Los aranceles de Trump, así como las represalias lanzadas por otros países, han acobardado a los importadores, cuyos pedidos habituales de muebles, juguetes y ropa han menguado.
Para la semana del 4 de mayo, el puerto de Los Ángeles recibirá hasta un 35% menos de carga comparado con el mismo período del año pasado, dijo Seroka.
Mientras que el puerto de Long Beach señala que para todo el mes de mayo se espera un descenso del 30% en las importaciones.
Decenas de barcos han cancelado sus viajes a estos puertos.
«Muchos minoristas y fabricantes por igual han presionado el botón de pausa, parando todos los envíos procedentes de China», indicó Seroka.
El gigante asiático es el más afectado por los aranceles de Trump, con gravámenes de hasta el 145% sobre algunos productos. Las ventas de productos chinos a Estados Unidos el año pasado superaron los 500.000 millones de dólares, según Pekín.
Y aunque puede que las ventas no suban este año, los precios, sin duda, lo harán.
«Efectivamente, el costo de un producto fabricado en China es ahora dos veces y media más caro que el mes pasado», afirmó Seroka.
Estanterías vacías
Trump anunció el mes pasado una serie de aranceles distintos contra casi todos los países del mundo en base a una fórmula que desconcertó a los economistas.
Unos días después dio marcha atrás y dejó un arancel general del 10% contra la mayor parte del planeta. Ese sobrecosto, que paga el importador de un producto, no el vendedor, afectará al comercio en todo Estados Unidos.
«No es sólo un problema de la costa oeste. Afecta a todos los puertos, ya estén en el este o en el golfo» de México -que Trump ha decretado que debe conocerse como el golfo de América-, advirtió el director del Puerto de Long Beach, Mario Cordero.
A principios de año, Long Beach y Los Ángeles vieron cómo las empresas estadounidenses se apresuraban para adelantarse a los aranceles que Trump prometió en campaña.
Los volúmenes de carga se dispararon al tratar de acumular la mayor cantidad posible de inventario antes de los nuevos impuestos.
Pero en cuanto los aranceles comiencen a hacer mella, sin duda se abstendrán de comprar para devorar el inventario.
Según Seroka, si la Casa Blanca no da marcha atrás y reabre el grifo comercial, los consumidores empezarán a notar pronto la escasez.
«Los importadores estadounidenses, especialmente en el sector minorista, me dicen que hoy tienen entre cinco y siete semanas de existencias normales a mano», afirmó.
«Si esta disputa comercial se prolonga durante algún tiempo, es probable que veamos menos selecciones en las estanterías de las tiendas y en las plataformas de compra en línea», agregó.
Sería, dijo, un «golpe directo en el bolsillo» para los consumidores en Estados Unidos».
«Enfadados con Donald Trump»
Para Antonio Montalbo, uno de los 900.000 trabajadores de logística del sur de California, el calvario ya comenzó.
Propietario de una pequeña empresa de camiones, necesita sustituir el motor de arranque de uno de sus vehículos; la pieza, fabricada en China, cuesta ahora el doble.
Trump ha «creado un ambiente hostil en el puerto para los conductores», consideró este hombre de 37 años.
«Estamos enfadados con Donald Trump. Tiene que ir a ver un poco el país, porque tiene a muchos camioneros enfadados», añadió.
Entre los costos de mantenimiento disparados y la caída del trabajo, calcula que podría despedir personal en seis meses.
Montalbo contó que votó a Trump el pasado noviembre porque estaba harto de la inflación y confiaba en que arreglaría la economía.
«Ahora tenemos algo peor que la inflación, que se llama aranceles», lanzó.
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