24/09/2025 07:04 AM

#Análisis: Recuperar la confianza en el bolívar es el mayor desafío de una moneda golpeada

Las sanciones internacionales limitan el acceso al financiamiento externo y condicionan la posibilidad de recomponer las reservas internacionales, que hoy se encuentran en mínimos históricos y así estabilizar el valor del bolívar.

#Análisis: Recuperar la confianza en el bolívar es el mayor desafío de una moneda golpeada

Venezuela todavía enfrenta las consecuencias de la profunda crisis económica que estalló hace más de una década, y una de sus expresiones más visibles es la pérdida de confianza en el bolívar, que dejó de cumplir sus funciones básicas como moneda y fue desplazado en la práctica por el dólar.

El signo monetario nacional lucha por su supervivencia en un escenario donde conviven intentos de estabilización, dolarización parcial y una institucionalidad debilitada. La pregunta central es cómo el bolívar puede recuperar la confianza de los venezolanos, y qué condiciones deberían darse para que eso ocurra.

Emisión masiva de dinero y sus efectos

La emisión masiva de dinero para cubrir el déficit fiscal contrajo severamente el valor del bolívar. La hiperinflación que padeció Venezuela entre 2017 y 2021 abrió el camino a la dolarización espontánea.

En ese contexto, los ciudadanos no esperaron reformas oficiales: adoptaron el dólar estadounidense como mecanismo de autoprotección. El billete verde asumió las funciones de medio de pago, unidad de cuenta y reserva de valor, mientras el bolívar quedaba relegado a un rol secundario.

Aunque en los últimos meses las transacciones en bolívares han ganado terreno —el presidente Nicolás Maduro asegura que 85% de las operaciones se hacen en la moneda local—, esto no debe confundirse con un regreso de la confianza. Más bien refleja una política deliberada de mayores restricciones al uso de divisas y un refuerzo de los mecanismos de pago en bolívares.

Bolivia

La experiencia boliviana, por ejemplo, muestra cómo un programa de estabilización creíble, con disciplina fiscal, autonomía del banco central y acuerdos políticos amplios, logró detener la espiral inflacionaria en pocos meses.

Casos similares

Venezuela no es el único país que ha visto a su moneda desplomarse. Alemania en los años 20, Bolivia en los 80 y más recientemente Zimbabue atravesaron episodios de hiperinflación. En todos los casos, la recuperación de la moneda requirió no solo reformas fiscales y monetarias, sino también la reconstrucción de la credibilidad.

La experiencia boliviana, por ejemplo, muestra cómo un programa de estabilización creíble, con disciplina fiscal, autonomía del banco central y acuerdos políticos amplios, logró detener la espiral inflacionaria en pocos meses.

En contraste, Zimbabue nunca consolidó instituciones sólidas y terminó optando por una dolarización prolongada. El caso venezolano se parece más al segundo: una economía petrolera, aislada de los mercados financieros y con instituciones debilitadas.

A diferencia de esos precedentes, Venezuela carga con un factor adicional: las sanciones internacionales.

Estas medidas limitan el acceso al financiamiento externo y condicionan la posibilidad de recomponer las reservas internacionales, que hoy se encuentran en mínimos históricos. Sin un alivio en las restricciones, reestructuración de la deuda y sin el apoyo de organismos multilaterales como el FMI, el Banco Mundial o CAF, será difícil generar la confianza que necesita el bolívar para competir con el dólar en igualdad de condiciones.

cuentas divisas

La desdolarización no puede ser impuesta ni decretada, es una consecuencia que solo se puede alcanzar a largo plazo y como resultado de reformas económicas e institucionales.

Confianza: un asunto económico, pero también cultural

El dinero no solo es un asunto de cifras: es, sobre todo, confianza colectiva. Durante años, los venezolanos asociaron al bolívar con la inestabilidad y al dólar con la certeza de conservar el valor de sus ingresos. Cambiar esa percepción cultural requiere tiempo y coherencia en las políticas.

«La desdolarización no puede ser impuesta ni decretada, es una consecuencia que solo se puede alcanzar a largo plazo y como resultado de reformas económicas e institucionales, acompañadas por una eficiente gestión de la política económica», señaló en un trabajo académico en 2022 el economista Luis Zambrano Sequín.

Uno de los pocos avances recientes ha sido el fortalecimiento de los sistemas de pago en bolívares. Las plataformas de pago móvil, las billeteras digitales y la bancarización han facilitado las transacciones en moneda local, especialmente en operaciones de bajo monto.

El reto ahora es ir más allá de la usabilidad cotidiana: crear instrumentos financieros en bolívares que permitan ahorrar, invertir y planificar sin temor a que la inflación devore los recursos en poco tiempo.

La hoja de ruta debe descansar en tres pilares: disciplina fiscal y monetaria, reconstrucción institucional y un entorno favorable al crecimiento privado. Que se pueden detallar de la siguiente manera:

El primer pilar es la estabilización macroeconómica. El gobierno debe comprometerse a detener de inmediato la financiación del déficit público a través de la emisión monetaria por parte del BCV. Esto implica una reforma fiscal profunda que equilibre los ingresos y los gastos, diversificando los ingresos no petroleros y reduciendo el gasto público ineficiente.

El segundo pilar es la reconstrucción institucional. Cualquier programa de estabilización económica fracasará si no se acompaña de una profunda reconstrucción institucional.

El paso más importante es la restauración de la autonomía del Banco Central de Venezuela. Además, es fundamental garantizar el Estado de derecho, la seguridad jurídica y la protección de la propiedad privada. Sin estas garantías, los inversores no tendrán los incentivos necesarios para arriesgar su capital.

Finalmente, el tercer pilar es el impulso al crecimiento sostenible. La hoja de ruta para el bolívar debe ir más allá de la simple estabilización y centrarse en la creación de un entorno que impulse el crecimiento a largo plazo. Esto exige un cambio de paradigma hacia una economía impulsada por el sector privado.

La desarticulación total de los controles, las privatizaciones selectivas y la promoción de alianzas público-privadas son pasos esenciales para reactivar la capacidad productiva del país y atraer la inversión extranjera.

Este texto fue elaborado con apoyo de herramientas de inteligencia artificial y revisado por la dirección editorial de Banca y Negocios

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