#Análisis: La amenaza de un colapso petrolero en 2026 y su impacto crítico para Venezuela
Si el dique global se rompe en 2026, la inundación no traerá riqueza, sino una sequía de divisas que pondrá a prueba, una vez más, la resiliencia de la sociedad venezolana.
El mercado energético mundial cierra 2025 bajo una advertencia que resuena con fuerza de sirena antiaérea en los pasillos financieros: el dique de contención del petróleo está a punto de estallar.
Según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la situación de los precios del crudo se ha vuelto «insostenible». Lo que a primera vista parece un tecnicismo de inventarios globales es, en realidad, el preludio de una tormenta perfecta que amenaza con golpear la línea de flotación de la frágil recuperación económica de Venezuela justo en el amanecer de 2026.
La metáfora de la AIE es clara. El mundo está nadando en petróleo. Durante el último año, la oferta ha superado sistemáticamente a la demanda, creando un excedente que hasta ahora se había mantenido oculto en inventarios lejanos —como los de China o los líquidos de gas en Estados Unidos— o en buques en tránsito.
Sin embargo, este «crudo fantasma» está a punto de hacerse visible. Las proyecciones indican un superávit monstruoso de entre 4 y 5 millones de barriles diarios para el primer semestre de 2026. Para ponerlo en perspectiva, ese exceso equivale a casi cinco veces la producción actual de Venezuela.
El motor de esta inundación no está en el Medio Oriente, sino en nuestro propio vecindario. La producción de los países «No-OPEP» en América —liderada por Estados Unidos, Brasil, Canadá y la emergente Guyana— se ha disparado a ritmos récord.
Mientras la OPEP intenta recortar producción para sostener los precios, el continente americano inunda el mercado, haciendo que el esfuerzo del cártel sea cada vez más irrelevante.
La paradoja venezolana y el precio del colapso
Para Venezuela, este escenario dibuja un horizonte sombrío. El país se encuentra en una posición irónica y precaria: la propia incapacidad de PDVSA para elevar su producción y las dificultades logísticas derivadas de las sanciones han servido, involuntariamente, para «maquillar» levemente el exceso de oferta global a corto plazo.
Somos, paradójicamente, el tapón que evita que el precio caiga más rápido hoy, pero seremos las primeras víctimas cuando el dique finalmente se rompa.
Si el precio del barril Brent (la referencia global) pierde el soporte de los 60 dólares y se desliza hacia los 50 debido a la sobreoferta, el impacto en Venezuela será exponencial.
El crudo venezolano, el Merey 16, no se vende a precio de mercado. Debido a su calidad (pesado y ácido) y, sobre todo, a la necesidad de usar «flotas oscuras» e intermediarios para evadir sanciones, Venezuela debe aplicar descuentos agresivos para colocar su producto en Asia. Un Brent a 55 dólares podría significar un ingreso neto para Venezuela de apenas 35 o 38 dólares por barril.
El golpe a la caja fiscal de 2026
Las consecuencias macroeconómicas de este desplome serían inmediatas. La estabilidad cambiaria que Venezuela ha intentado mantener a lo largo de 2025 depende casi exclusivamente del flujo de caja en divisas que provee el petróleo.
Si esos ingresos se desploman un 30% o 40% no por falta de volumen, sino por colapso de precios, la capacidad del Banco Central de Venezuela (BCV) para intervenir en el mercado cambiario se evaporará.
Sin dólares suficientes para quemar en las mesas de cambio, el bolívar quedaría expuesto a una depreciación acelerada, lo que reactivaría con más fuerza el ciclo inflacionario que tanto ha costado contener.
Además, el presupuesto nacional para 2026, diseñado bajo premisas de ingresos que hoy parecen optimistas, quedaría desvirtuado antes de empezar a ejecutarse, obligando al Estado a reducir el gasto público o a recurrir nuevamente a la emisión monetaria sin respaldo.
Mirando a los vecinos: El costo de oportunidad
Lo más doloroso del reporte de la AIE para Venezuela no es solo la caída de precios, sino la comparación regional. Mientras Venezuela lucha por mantener sus niveles de extracción, sus vecinos están capitalizando el auge.
Guyana y Brasil no solo están produciendo más, sino que lo están haciendo con costos operativos más eficientes y sin los descuentos por sanciones que lastran al crudo venezolano.
En conclusión, el aviso de diciembre de 2025 no es solo una nota al pie para los traders de Wall Street, es una alerta roja para la economía venezolana.
El mundo se prepara para una era de petróleo abundante y barato, un escenario para el cual Venezuela, con su infraestructura deteriorada y su dependencia extrema de cada petrodólar, está mal equipada.
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