#Análisis: Europa enfrenta la amenaza de una decadencia económica irreversible

Europa se encuentra en una encrucijada existencial. Lo que durante décadas fue un murmullo entre académicos escépticos, se ha convertido en un grito de alarma en las altas esferas.

La Unión Europea (UE), cuna del estado del bienestar moderno, enfrenta una advertencia económica que ya no utiliza eufemismos: sin un giro radical inmediato, el Viejo Continente corre el riesgo de deslizarse hacia una irrelevancia sistémica, una suerte de «argentinización» lenta pero inexorable, caracterizada por el estancamiento crónico, la fuga de capitales y la imposibilidad matemática de sostener su modelo social.

El diagnóstico viene de los arquitectos del propio sistema europeo. La publicación del informe sobre la competitividad europea, liderado por el expresidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ha actuado como un electrochoque de realidad que a dos años de su presentación sigue resonando con fuerza.

Las cifras macroeconómicas validan la tesis de la pérdida de peso específico en el tablero global. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y análisis del Banco Mundial, la erosión es palpable. En 1980, las economías que hoy conforman la Unión Europea representaban aproximadamente el 28% del PIB mundial (medido en paridad de poder adquisitivo). Hoy, esa cifra se ha desplomado hasta rondar el 14-15%.

Mientras Europa se contraía en términos relativos, el eje de gravedad económico se desplazaba y China, que en 1980 era un actor marginal en las estadísticas globales, hoy roza el 19% del PIB mundial, superando al bloque comunitario. Pero la comparación más dolorosa no es con el gigante asiático, sino con el aliado transatlántico.

Desde el año 2000, la renta real disponible per cápita en Estados Unidos ha crecido casi el doble que en la Unión Europea. La brecha de productividad se ha ensanchado peligrosamente. Si la UE fuera hoy un estado más de EEUU, su PIB per cápita la situaría entre los estados más pobres, una realidad que contrasta con la autopercepción de riqueza del continente.

La narrativa de la decadencia se sustenta en tres pilares: falta de innovación, fragmentación del mercado y exceso regulatorio. Draghi, no habla de ajustes técnicos, sino de supervivencia: «Hemos llegado al punto en el que, si no actuamos, tendremos que comprometer nuestro bienestar, nuestro medio ambiente o nuestra libertad». El economista italiano cifró las necesidades de inversión adicionales en 800.000 millones de euros anuales (casi el 5% del PIB de la UE) solo para mantener el ritmo de competencia con Estados Unidos y China. «Es un desafío existencial», advirtió.

Por su parte, Christine Lagarde, actual presidenta del BCE, ha puesto el foco en la paradoja del ahorro europeo. Europa genera enormes cantidades de ahorro privado, pero ese capital no financia la innovación europea; huye hacia Wall Street. «Los europeos tienen 33 billones de euros en ahorros, pero ese dinero no está trabajando para Europa», ha declarado Lagarde en repetidas ocasiones. Sin un mercado financiero unificado, las startups europeas que nacen en Berlín o París terminan mudándose a Silicon Valley.

A este coro se suma el Nobel de Economía Bengt Holmström. El académico finlandés ha sido crítico con la obsesión regulatoria de Bruselas, sugiriendo que Europa regula lo que no puede crear. Holmström ha señalado que la ausencia de empresas tecnológicas europeas entre las «Siete Magníficas» (Apple, Microsoft, Nvidia, etc.) no es casualidad, sino síntoma de un ecosistema hostil al riesgo y a la disrupción. Para Holmström, intentar liderar la economía digital a través de la regulación (como la AI Act) sin fomentar la creación base, es una receta para el fracaso.

La trampa regulatoria y el colapso demográfico

El riesgo de «pensiones impagables» no es un escenario distópico, sino una proyección actuarial. Europa envejece a un ritmo acelerado.Con una fuerza laboral menguante y una productividad estancada (creciendo apenas un 0,7% anual en la última década frente al 1,4% de EEUU), la base fiscal para sostener pensiones generosas y sanidad universal se resquebraja.

Aquí es donde la analogía con Argentina cobra sentido: un país que a principios del siglo XX era uno de los más ricos del mundo y que, debido a décadas de mala gestión institucional, proteccionismo y rigidez estructural, perdió su estatus.

La burocracia actúa como un lastre de plomo. Las empresas europeas enfrentan un laberinto de 27 normativas diferentes, lo que impide el escalado. Mientras una empresa estadounidense tiene acceso inmediato a un mercado de 330 millones de consumidores bajo una sola ley corporativa, una pyme europea debe navegar jurisdicciones fragmentadas. Draghi lo resumió con una crudeza inusual: «Europa está atrapada en una estructura estática industrial».

A pesar de la severidad del diagnóstico, el fatalismo no es absoluto. El potencial de Europa sigue siendo inmenso: posee infraestructuras de primer nivel, sistemas educativos sólidos y liderazgo en tecnologías verdes y sostenibilidad. Sin embargo, el consenso entre los expertos es que la ventana de oportunidad se está cerrando.

Un último dato ilustra esta situación. Según la página Draghi Tracker, que monitorea la implementación de los cambios propuestos por el economista italiano, solo se han puesto en práctica 14% de las recomendaciones, a poco más de un año de presentado el informe.

Este texto fue elaborado con apoyo de herramientas de Inteligencia Artificial y revisado por la dirección editorial de Banca y Negocios

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