#Análisis: El país necesita empresas con propósito para recuperarse con inclusión y competitividad
Desde popularizar nuevas tendencias hasta capacitar a sus trabajadores o fomentar mejores ciudadanos, las empresas desempeñan un rol decisivo en la edificación de una nación. La pregunta que surge, entonces, es crucial: ¿cómo podemos forjar una gran Venezuela a través de empresas con propósito?

Desde mis días universitarios, una pregunta ha resonado en mi mente: ¿cuál es el verdadero rol de la libre empresa en Venezuela? Va mucho más allá de la mera transacción comercial. Las empresas son, por su propia naturaleza, agentes de cambio social.
Su filosofía no se queda en la oficina; puede permear en millones de personas a través de sus productos y servicios. Pensemos, por ejemplo, en Farmatodo. Su impacto en Venezuela trasciende la simple venta de medicinas; han sabido adaptarse y evolucionar a las realidades más complejas del país.
Hoy esta cadena ofrece desde atención farmacéutica las 24 horas hasta servicios de salud gratuitos, a través de un modelo de conveniencia y cercanía que resulta esencial para miles de familias venezolanas.
Este ejemplo es la prueba de cómo las empresas no solo se integran al día a día, sino que moldean nuestro entramado social.
Desde popularizar nuevas tendencias hasta capacitar a sus trabajadores o fomentar mejores ciudadanos, las empresas desempeñan un rol decisivo en la edificación de una nación. La pregunta que surge, entonces, es crucial: ¿cómo podemos forjar una gran Venezuela a través de empresas con propósito?
¿Por qué construir empresas con propósito?
La respuesta más simple es también la más contundente: cuando un ser humano encuentra significado en su trabajo, alcanza niveles superiores de maestría, felicidad e ingenio. ¿Qué empresario no desearía contar con personas así, más comprometidas y conscientes? La respuesta es obvia: nadie.
Esto nos lleva a una interrogante aún más poderosa: ¿Por qué, entonces, el propósito y la rentabilidad se perciben en nuestro contexto empresarial como elementos totalmente separados? La raíz de esta dicotomía suele estar en la definición tradicional de empresa, que sitúa la maximización del valor para el accionista como objetivo principal.
Se asume que, al perseguir solo esta meta, los demás objetivos se «engloban», porque el rendimiento financiero es la métrica reina de la gestión anual.
Si bien el éxito financiero es indispensable para la prosperidad de cualquier empresa —nadie duda de eso—, no podemos limitarnos a una concepción tan restrictiva. Las empresas existen, fundamentalmente, gracias a sus clientes.
¿No sería acaso más lógico que nuestra verdadera definición de éxito fuera hacer a nuestros clientes lo más felices humanamente posible? Si nos concentramos en esa, nuestra verdadera razón de ser, ¿no fluirían las ganancias en mayor cantidad, casi como una consecuencia natural, en lugar de ser el fin último?

Un estudio reciente de Jump Associates (octubre de 2023) reveló que las empresas guiadas por una visión con propósito alcanzan un retorno de inversión promedio de 13.6% de CAGR.
Perseguir únicamente la rentabilidad ya no es suficiente, es más, es peligroso. Un artículo de EY (junio de 2017) ya lo decía: el propósito, y no el lucro, es la clave del éxito para los líderes empresariales en una economía global turbulenta. El estudio de EY es tajante: el 73% de los líderes encuestados cree que adoptar e integrar el propósito corporativo es fundamental para el éxito organizacional.
¿Y tiene esto un beneficio económico tangible? La respuesta es un rotundo sí. Un estudio reciente de Jump Associates (octubre de 2023) reveló que las empresas guiadas por una visión con propósito alcanzan un retorno de inversión promedio de 13.6% de CAGR (Tasa de crecimiento anual compuesto, una métrica que mide el crecimiento promedio anual de una inversión durante un período específico), lo que representa tres veces más que sus competidores directos y cinco veces más que el S&P 500 en un período de 20 años.
Construir empresas con propósito no es un capricho, no es una moda pasajera; es una estrategia que ofrece beneficios tangibles para todas las partes interesadas.
Como nos enseñó Viktor Frankl, autor de El Hombre en Busca de Sentido, el éxito e incluso la supervivencia son la consecuencia de encontrar significado, no la meta principal. De igual modo, las empresas con propósito entienden que la rentabilidad es un resultado natural de cumplir su verdadero «porqué». El beneficio es la señal inequívoca de que la misión se está cumpliendo, no la misión en sí misma.
¿Cómo podemos concebir una gran Venezuela a través de empresas con propósito?
Para comprender el rol transformador de la empresa, es fundamental recordar que esta es uno de los tres agentes económicos clave, junto a la familia y el Estado. Como sistema social, la empresa tiene la capacidad de influir en la sociedad de diversas maneras.
¿Cuáles son estas vías? A través de lo que produce, mediante sus iniciativas de responsabilidad social, por medio de sus colaboradores, y a través de su rol cívico, a menudo expresado vía marketing. Exploremos cada una de ellas:
Por medio de sus productos o servicios
Los productos y servicios de una empresa son su puente más directo con la sociedad. Cada uno existe para satisfacer una necesidad, sea esta esencial o no. La pregunta clave, entonces, no es si los productos moldean las necesidades o viceversa —pues existe una retroalimentación constante— sino qué impulsa la búsqueda incansable por mejorar la forma en que esas necesidades son suplidas.
Aquí es donde entra el propósito. Va mucho más allá del ingenio o la simple inteligencia; es la chispa que lleva a una empresa a ser verdaderamente consciente de las necesidades subyacentes de sus clientes y a buscar esa mejora continua que lo cambia todo.
Piensen en algo tan nuestro como la arepa. ¿Se imaginan una época donde su preparación en casa era una tarea extenuante? Hasta 1954. Ese año, Luis Caballero Mejías inventó la harina de maíz precocida e hizo realidad un sueño para millones. Su propósito era claro y tangible: simplificar y hacer accesible la preparación de la arepa a todas las familias venezolanas.
En 1960, Empresas Polar adquirió la patente, y de allí nació la famosa Harina P.A.N. que hoy es un ícono nacional y un pilar en cada hogar.
Este ejemplo nos muestra cómo una empresa, impulsada por un propósito definido al resolver una necesidad fundamental, no solo crea un producto exitoso; transforma hábitos, mejora vidas y moldea la cultura de un país entero.
Las innovaciones impulsadas por un propósito son la vía más poderosa que tienen las empresas para moldear la sociedad. Cuanto más claro sea el propósito de un proyecto y más compartido sea nuestro propósito por Venezuela, mayor será el potencial de innovación y de formación de un gran país.

Usar «Responsabilidad Social Empresarial» puede ser un término innecesario y hasta contraproducente. Paradójicamente, refuerza la idea equivocada de que el «negocio» es puramente económico.
Por medio de sus iniciativas de responsabilidad social empresarial (RSE)
La responsabilidad social empresarial (RSE) se suele entender como ese extra que hace una empresa por el desarrollo social, económico y ambiental. Pero este concepto, a mi parecer, genera un debate crucial. La libre empresa, por su propia esencia, ya cumple un rol social al darle valor a la sociedad con sus productos y servicios, al generar empleos dignos y al pagar impuestos que, idealmente, vuelven a causas sociales.
Si la empresa es, por naturaleza, un ente social, ¿entonces qué le añade el término «RSE»?
En mi opinión, usar «Responsabilidad Social Empresarial» puede ser un término innecesario y hasta contraproducente. Paradójicamente, refuerza la idea equivocada de que el «negocio» es puramente económico y que lo «social» es una obligación separada, casi filantrópica, que se atiende solo después de que las cuentas dan luz verde. Esta percepción es limitante y, para la Venezuela que queremos construir, simplemente ya no es viable.
Por el contrario, la verdadera clave reside en entender que lo social no es un extra, sino parte esencial del negocio. Piénsenlo así: cuando una empresa nace con el propósito de solucionar un problema concreto para la sociedad, o para mejorar la vida de las personas —sean su comunidad, sus clientes o sus propios empleados—, esa misión se convierte en un motor poderosísimo.
No se trata de separar las ganancias de las buenas acciones, sino de hacer que el beneficio económico sea la consecuencia directa de un impacto positivo. Esta es la esencia de lo que hoy conocemos como valor compartido, un concepto que Michael Porter y Mark Kramer nos presentaron en 2011. Ellos nos dicen, y con razón, que el éxito económico y el progreso social no se pelean; se impulsan mutuamente y redefinen todo: productos, mercados y la propia cadena de valor de la empresa.
Para las empresas venezolanas enfocadas en construir una gran nación, la responsabilidad social no puede verse como un concepto que viene de afuera. Tiene que integrarse profundamente en su modelo de negocio.
Esta integración no solo asegura la sostenibilidad y la resiliencia de la organización en un entorno complejo como el nuestro, sino que la transforma en una herramienta de cambio continuo y genuino en la sociedad.
Es dejar de lado la idea de «hacer el bien» como un añadido, para adoptar el «hacer el bien» como el motor intrínseco de su existencia y su estrategia. Solo así la empresa libre podrá desplegar todo su potencial para co-crear la Venezuela que anhelamos.
Por medio de sus trabajadores
Como bien señala Peter Drucker, «el activo más valioso de una empresa y de una nación es su gente». Pero seamos honestos: en el día a día del mundo empresarial, muchos aún ven la inversión en las personas como una tarea ineficiente, incluso arriesgada.
Se preguntan, con razón: «¿Cómo he de confiar en que este esfuerzo rendirá frutos?». Y aunque este artículo no busca ser un manual de gestión de talento, la pregunta que nos convoca es crucial: ¿cómo podemos crear un mejor país a través de los trabajadores de cada empresa?
La primera clave reside en la selección y el reclutamiento de personal. Más allá de las competencias técnicas, es sumamente importante identificar lo que yo considero la cualidad más valiosa en cualquier trabajador: la disposición al aprendizaje.
Piénsalo: cuando un ser humano pierde esa chispa, ¿qué podemos esperar de él en un mundo que cambia a una velocidad brutal? La vida, como el trabajo, es un continuo aprendizaje. Con un trabajador dispuesto a seguir aprendiendo, las posibilidades de transformación, tanto para él como para la organización, son, sencillamente, infinitas.
Esto nos lleva a la pregunta del millón: ¿haces la empresa, o te hacen la empresa? La realidad es que, desde el punto de vista cultural, en ningún entorno social existe una «no cultura»; la cultura es un fenómeno que siempre se está creando. Bien la define el liderazgo de la organización, o bien la moldean los propios trabajadores.
Recordemos que la cultura es ese conjunto de conocimientos, creencias, valores, costumbres y comportamientos que comparte y define a un grupo de personas. Es como el «software» colectivo que guía cómo piensan, sienten y actúan.
La cultura es, sin duda, el factor número uno que define el comportamiento de un grupo social.
Una persona puede transformarse literalmente al cambiar el contexto cultural en el que se desenvuelve. Aquí, el ejemplo de líderes empresariales que han forjado legados, como Jack Welch en General Electric, nos ilumina poderosamente.
Welch tomó una burocrática GE y, sin conformarse con la mediocridad, la transformó en un referente mundial ¿Cómo lo hizo? Creando una cultura inquebrantable de expectativas altísimas, desarrollo implacable del talento y disciplina de rendimiento.
En GE, cada profesional era retado a superar sus límites, con una creencia profunda en su potencial y una inversión constante en su crecimiento. El resultado fue una transformación personal y profesional asombrosa, que se tradujo en un éxito empresarial sin precedentes.
¿Qué podemos aprender de este ejemplo? Que los líderes tienen un poder inmenso: el de forjar una cultura que moldee a sus colaboradores para ser mejores individuos y, por ende, mejores ciudadanos.

Una cultura empresarial exitosa se construye sobre la confianza y el respeto mutuo. Esto implica no solo exigir resultados, sino también nutrir a los trabajadores, invertir estratégicamente en su bienestar y desarrollo profesional.
Una nueva cultura corporativa
Esto se traduce en acciones muy concretas:
Primero, establecer expectativas extraordinariamente altas. Al igual que Welch, las empresas deben comunicar que esperan más que el simple cumplimiento. Esperar excelencia, proactividad y un compromiso ético de cada miembro del equipo eleva el estándar para todos.
En Venezuela, esto significa no conformarse con las dificultades que nos rodean, sino inspirar la inventiva y la resiliencia para hallar soluciones donde otros solo ven problemas.
Segundo, liderar con confianza estratégica y desarrollo del potencial. Una cultura empresarial exitosa se construye sobre la confianza y el respeto mutuo. Esto implica no solo exigir resultados, sino también nutrir a los trabajadores, invertir estratégicamente en su bienestar y desarrollo profesional.
Cuando un líder genuinamente cree en el potencial de su gente y lo demuestra con un apoyo que los reta a crecer, se genera una lealtad y un compromiso que trascienden el mero contrato laboral.
Y tercero, cultivar la responsabilidad personal y la autodisciplina. Una empresa puede empoderar a sus trabajadores dándoles autonomía para tomar decisiones y hacerse responsables de sus resultados. Esto no es sólo eficiencia operativa; es formar individuos que tomen control de sus vidas y contribuyan activamente a un entorno de orden y productividad, cualidades vitales para la reconstrucción de cualquier sociedad.
En definitiva, la empresa que busca construir una gran Venezuela debe entender que sus trabajadores no son solo manos que ejecutan tareas, sino agentes de cambio social. Al diseñar conscientemente una cultura que inspire, eleve expectativas y fomente el desarrollo integral, las empresas no sólo prosperarán; se convertirán en auténticas forjas de ciudadanos capaces de impactar positivamente sus comunidades y el futuro de la nación.
Por medio de su rol cívico empresarial expresado a través de su marketing
¿Existe una forma de marketing que nos permita vender y, al mismo tiempo, contribuir significativamente a construir una mejor Venezuela? La respuesta es un sí. No es un cuento de hadas ni una utopía. Es una evolución brutalmente lógica y estratégica que las empresas con visión ya están aplicando. Esto es lo que se conoce como Marketing con propósito, una manera de comunicar que mezcla la necesidad de vender con el deber de difundir mensajes que nos elevan, nos inspiren y conecten con la Venezuela que, en el fondo, todos queremos.
Esto no se trata de abrir la chequera para campañas gigantes de caridad. ¡No! Aquí la clave es entender que vender y resolver problemas de verdad deben ir de la mano. Si tu empresa busca generar valor genuino para la comunidad y para el país donde existe, la venta no es solo un fin, sino la consecuencia natural y el amplificador de un impacto que se multiplica.

en esta Venezuela, la gente no solo busca un buen precio; busca un rayo de esperanza, marcas que compartan sus valores y que les digan que no estamos solos.
¿Cómo se aterriza esto en el día a día?
El marketing más potente es el que nace de un producto o servicio que ya está, por diseño, generando un impacto positivo.
Imagina una empresa de alimentos que no solo vende comida, sino que asegura que esa comida llegue a cada rincón, dignificando el trabajo de cada productor en el camino. Si el «porqué» de tu empresa es, por ejemplo, brindar alimentos de calidad, o internacionalizar los sabores de nuestra tierra, entonces la historia de tu producto ya es un pedazo de esa Venezuela que se construye.
Tu comunicación no tiene que inventarse una pose; solo tiene que contar la verdad de lo que ya haces, simple y poderosa. En cada kilo de producto, en cada transacción, está el apoyo a una cadena de valor que alimenta y dignifica.
Además, en esta Venezuela, la gente no solo busca un buen precio; busca un rayo de esperanza, marcas que compartan sus valores y que les digan que no estamos solos. El marketing con propósito va mucho más allá de las características técnicas de un producto.
Comunica lo que la empresa cree, lo que defiende y el impacto que busca sembrar. ¿Tu empresa valora la resiliencia venezolana? ¿La honestidad que tanto hace falta? ¿La inventiva para salir adelante? Demuéstralo con tus acciones, y tu marketing resonará con una audiencia que anhela ver esos valores cobrar vida y triunfar.
Pensemos en una marca de ropa: no solo vende prendas. Si en sus campañas muestra la calidad del diseño venezolano, el esfuerzo de sus costureras, la historia de quienes la hacen posible, está vendiendo orgullo nacional, está tejiendo país en cada puntada.
Finalmente, el marketing con propósito transforma la venta en una oportunidad; invita al consumidor a ser parte de algo más grande. Ya no es solo «cómprame», sino «únete a nosotros en esta visión».
Vender un producto se convierte en una oportunidad para invitar a la acción, a la reflexión o a la participación en un objetivo común para el país. No se trata de un simple «compra para que yo gane», sino de un «compra esto porque, al hacerlo, estás apoyando un círculo virtuoso que beneficia a todos, que beneficia a Venezuela».
Una plataforma digital que facilita pagos, por ejemplo, puede al mismo tiempo, a través de sus mensajes, educar sobre finanzas personales o promover el consumo de lo «hecho en Venezuela». Así, usa su poder comunicacional para impulsar tanto su negocio como una nueva cultura económica en la población.
En resumen, el marketing con propósito no es un gasto, es la estrategia más inteligente y necesaria para la empresa venezolana que quiere trascender.
Es entender que cada vez que abres las puertas, cada vez que vendes algo, tienes la oportunidad de reafirmar un compromiso con la sociedad. Al fusionar lo que vendes con un propósito sincero de contribuir al país, las empresas no sólo aseguran su propio futuro y ganancias, sino que se convierten en multiplicadoras de esa Venezuela próspera, innovadora y digna que todos anhelamos.
Vender y construir país no solo pueden ir de la mano; en nuestra realidad, deben ir de la mano para que el camino sea real y sostenible.
El propósito: brújula vital para la Venezuela del mañana
Construir el país que soñamos desde el sector empresarial no solo es posible; es un imperativo ineludible si estamos dispuestos a formar empresas con un propósito claro y trascendente.
La pregunta ya no es si construir empresas con propósito es «importante»; para mí, es absolutamente vital para la Venezuela que queremos y necesitamos construir. No es un capricho pasajero, ni una tendencia de moda para el marketing o la imagen.
Esta nueva perspectiva de negocio no solo demuestra ser beneficiosa desde el punto de vista económico y social, sino que es la brújula fundamental que nos guiará en la complejidad de los tiempos actuales.
Ya no se trata de «una manera más de hacer empresa». ¡No! El propósito ya no es un anexo opcional o una acción filantrópica. Es el corazón de una nueva forma de pensar, de actuar y de construir riqueza.
Es el motor que impulsa la innovación, la resiliencia y el valor sostenible, tanto para la cuenta de resultados como para el tejido social que tanto necesitamos reconstruir.
Es hora de que cada empresario y cada empresa en Venezuela asuma su rol como agente de transformación. Que entiendan que su propósito es su mayor activo y su mayor contribución. Porque solo construyendo empresas con un propósito anclado en las necesidades de nuestra gente y de nuestro país, podremos, entre todos, desbloquear el potencial subdesarrollado de Venezuela y materializar esa nación grande, próspera y digna que todos anhelamos.
La hora de construir, con propósito, ¡es ahora!
Lea más contenido interesante y de actualidad:
#Dato: Cinco consejos para ser un vendedor exitoso
Mas allá de «como vaya viniendo vamos viendo»: Prospectiva Estratégica
Somos uno de los principales portales de noticias en Venezuela para temas bancarios, económicos, financieros y de negocios, con más de 20 años en el mercado. Hemos sido y seguiremos siendo pioneros en la creación de contenidos, análisis inéditos e informes especiales. Nos hemos convertido en una fuente de referencia en el país y avanzamos paso a paso en América Latina.