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14/11/2016 09:00 AM
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Hipertensión arterial ¿Potencial factor de riesgo para el Alzheimer?

Según una nueva declaración de la American Heart Association (AHA), publicada en versión electrónica en Hypertension el 10 de octubre, la hipertensión arterial es un factor de riesgo importante para la alteración cognitiva vascular y está surgiendo como un potencial factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer.

El Dr. Costantino Iadecola, del Instituto de Investigación del Cerebro y la Mente en Weill Cornell Medicine, Nueva York, presidente del comité redactor, expresó que “tratar la hipertensión arterial es importante para reducir las complicaciones cardiovasculares. La relación con la demencia no está del todo establecida, pero integrando todos los datos sobre el tema, al parecer la hipertensión arterial a una edad adulta es perjudicial para el cerebro”. Según él, “estudios epidemiológicos indican que el tratamiento de la hipertensión arterial a una edad adulta debiera tener un efecto positivo sobre la alteración cognitiva a una edad más avanzada. Sin embargo, esto aún no se ha demostrado de manera definitiva.

El Dr. Iadecola resaltó la necesidad de estudios prospectivos aleatorizados para determinar la relación exacta entre la presión arterial y la demencia y si la disminución de la presión arterial puede proteger contra la demencia ulterior. Se esperan el próximo año los resultados de uno de estos estudios (SPRINT-MIND). “Hasta entonces, debiéramos tratar con criterio la hipertensión arterial de una manera individualizada”, concluyó.

Como antecedente, el Dr. Iadecola explicó que dado que tanto la hipertensión como la demencia eran trastornos muy frecuentes y se sabe que la hipertensión arterial crónica está vinculada a alteración cognitiva vascular, “pensamos que era oportuno llevar a cabo un análisis exhaustivo de la literatura sobre el tema de hipertensión y demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer. Por consiguiente, la presente declaración busca proporcionar una evaluación de la contribución de la hipertensión a la disfunción cognitiva relacionada con la edad”.

“La evidencia parece indicar un vínculo muy sólido entre la hipertensión a una edad adulta (50 a 60 años) y la demencia a una edad más avanzada (≥ 80 años). Y esto es aplicable tanto para la enfermedad de Alzheimer como para la demencia vascular”.

Puntualizó que si bien se ha señalado esto en estudios individuales, esta es la primera vez que se ha analizado toda la evidencia de manera exhaustiva. Además, en los estudios no se ha analizado a cada grupo de edad individual, y casi todos ellos han sido retrospectivos.

“Muchos de los estudios individuales son difíciles de interpretar en virtud de que no han utilizado la cognición como un criterio principal de valoración; en general ha sido un criterio secundario de valoración y se han utilizado diferentes definiciones”.

El Dr. ladecola no estuvo a favor de recomendar un valor único para la presión arterial en todos los grupos de edad.

“Esta probablemente cambia con la edad”, dijo. “En los ancianos, consideramos que una presión arterial un poco más alta puede ser beneficiosa, ya que cuando se comienza a presentar estenosis carotídea se necesita una presión más alta para impulsar la sangre a través del cerebro. Una presión de 120/80 mm Hg puede ser demasiado baja para una persona con enfermedad cerebrovascular grave. Así que creo que la presión arterial ideal debe personalizarse”.

Dijo que le resulta “extraño” que “en la edad de la medicina de precisión, en que estamos secuenciando genes para personalizar el tratamiento médico, algo tan simple como la presión arterial todavía se vea con un criterio uniforme”.

En la declaración, los autores señalan que la hipertensión altera la estructura de los vasos sanguíneos cerebrales, favorece la ateroesclerosis y altera los mecanismos reguladores cerebrovasculares vitales. Estos cambios vasculares aumentan la susceptibilidad del cerebro a la lesión isquémica, sobre todo en regiones de la sustancia blanca vulnerables que son decisivas para la función cognitiva, y pueden promover las alteraciones patológicas de la enfermedad de Alzheimer.

La evidencia hasta el momento apunta sólidamente a una influencia nociva de la hipertensión a una edad adulta sobre la función cognitiva a una edad adulta y a una edad avanzada. La función ejecutiva y la velocidad de procesamiento parecen ser los dominios cognitivos más afectados, pero también se puede alterar la memoria, según informan.

Sobre el tema del envejecimiento, dicen: “Aunque los datos no son concluyentes, hay evidencia de una relación entre una presión arterial más alta a una edad tardía y una mejor cognición, lo que resalta las complejidades de recomendar cifras uniformes de presión arterial para las personas de todas las edades”.

Además del envejecimiento, otros factores que pueden afectar la relación de la hipertensión en la declinación cognitiva son la menopausia, el genotipo є4 de APOE, la resistencia a la insulina y la inflamación sistémica.

La declaración señala que los efectos del tratamiento de la hipertensión sobre la función cognitiva son menos claros. “La evidencia de estudios clínicos aleatorizados a doble ciego, de que el tratamiento de la hipertensión arterial a cualquier edad mejora la cognición, dista mucho de ser concluyente”.

Por lo que respecta a la enfermedad de Alzheimer, señala: “Una relación fascinante ha surgido entre la hipertensión y la enfermedad de Alzheimer, lo que plantea la perspectiva de que una elevación crónica de la presión arterial agrava las alteraciones patológicas de la enfermedad de Alzheimer, contribuyendo a la demencia. Estos hallazgos son decisivamente importantes en virtud de que plantean la posibilidad de que el tratamiento de la hipertensión también puede contribuir a reducir la aparición o la progresión de la enfermedad de Alzheimer.

“Dado que por el momento no se pueden hacer recomendaciones basadas en evidencia, parece justificado el tratamiento de la hipertensión arterial a una edad adulta y el uso prudente de antihipertensivos a una edad tardía, tomando en cuenta el estado cerebrovascular y los trastornos concomitantes”, concluyen los autores.

 

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