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14/04/2017 04:42 PM
| Por Xataca

Steve Bannon: El cerebro de Trump detrás del "nacionalismo económico"

Steve Bannon: El cerebro de Trump detrás del «nacionalismo económico»

De la plétora de personajes que han llegado a la primera línea de la política estadounidense junto a Donald Trump, pocos (quizá ninguno) tienen tanta influencia sobre las decisiones presidenciales como Steve Bannon, el gran ideólogo del trumpismo (sea lo que sea éste) que pasó de dirigir una web marginal de extrema derecha a tener oficina a unos pasos del Despacho Oval. Pese a que acaba de ser relevado del Consejo de Seguridad Nacional, sigue siendo el Jefe de Estrategia de la Casa Blanca.

De él se ha dicho que es un supremacista blanco y que admira el fascismo, amén de otras muchas cosas aún menos aduladoras. Pero Bannon desprecia esos calificativos: él se define a sí mismo como un nacionalista económico. ¿En qué consiste el nacionalismo económico de la mano derecha de Donald Trump?

Bannon no procede de la casta política de Washington D.C. y su ideología en muchos campos es una incógnita, al margen de las pistas que ha ido ofreciendo en Breitbart en los últimos años. Bannon llegó a la dirección de esta web conservadora en 2012, convirtiéndola en uno de los principales altavoces de la alt-right. La candidatura del empresario, políticamente incorrecto y al margen del sistema, supuso una plataforma política para este movimiento, del que Breitbart ejerció como portavoz de forma entusiasta.

Las ideas económicas manifestadas con Bannon no tienen que ver con la línea tradicional de los conservadores americanos sino más bien con la de los populistas europeos. Se basan fundamentalmente en el proteccionismo y la oposición al ‘globalismo’, lo que en la práctica supondría la subida de aranceles en las importaciones y las ayudas a la producción interna, cargándose décadas de política estadounidense a favor del libre comercio internacional. Independientemente de su solidez económica, se trata de un mensaje transversal que cala a izquierda y derecha y que ha llevado a muchos bastiones demócratas a apostar por Trump en esta ocasión.

La reticencia del mainstream político estadounidense a la guerra comercial que quiere desatar el gobierno de Trump no es casual. La última vez que Estados Unidos intentó proteger a los trabajadores norteamericanos entorpeciendo las importaciones extranjeras (la Ley Smoot-Hawley de 1933) lo único que consiguió fue empeorar significativamente la Gran Depresión. La reacción en cadena tras una subida de aranceles norteamericana podría repercutir en todo el mundo, y la ganancia de empleos industriales (fuertemente automatizados ya, de todos modos) sería pírrica en comparación a las pérdidas asociadas al parón del comercio internacional.

Bannon ha conseguido redefinir los frentes de la batalla política norteamericana. Ya no se trata de conservadores frente a liberales, sino nacionalistas frente a globalistas (al tiempo que en Europa el debate se mueve desde el eje izquerda-derecha hacia el enfrentamiento entre partidos tradicionales y populistas).

En la visión de Bannon, el ‘globalismo’ es ese movimiento aperturista que ha llenado Estados Unidos de productos chinos e inmigrantes mexicanos, «destripando» a las clases populares nativas del país. Es una dialéctica calcada a la que propició la victoria del Brexit: hay que recuperar el control del país frente a fuerzas externas incontrolables. No es de extrañar que Breitbart considerara el Brexit como una derrota del globalismo. El brazo armado del globalismo son los mainstream media, los medios de comunicación tradicionales contra los cuales Trump se declaró en guerra desde el inicio de su campaña.

Bannon no oculta que en su opinión los inmigrantes son parte del problema, y les considera responsables del empeoramiento económico de los trabajadores norteamericanos. Se le considera uno de los cerebros detrás de la propuesta de construir un muro con México, así como de las medidas económicas para que sea el país hispano quien asuma el coste indirectamente si se niega a hacerlo directamente (mediante una tasa adicional del 20% a las exportaciones mexicanas a EEUU, además de limitando el envío de remesas de EEUU a México).

A pesar de que Bannon niega ser racista, resulta inverosímil pensar que medidas como la prohibición de entrada indiscriminada a países musulmanes responde a criterios puramente económicos. En múltiples ocasiones ha identificado el momento histórico actual con la situación narrada en la novela francesa El Desembarco (Le Camp des Saints, en su título original), en la que cientos de miles de refugiados indios entran en Europa y acaban por destruir la civilización occidental. Es difícil, por tanto, obviar el componente racial en su concepción de la sociedad norteamericana.

Steve Bannon aporta además un nuevo ángulo al discurso anti-inmigración: la oposición a la inmigración legal y cualificada, una postura que en Estados Unidos encuentra poco respaldo. Bannon está detrás de la propuesta de Trump de limitar los visados cualificados H1-B con los que tantos ingenieros y científicos han llegado a Norteamérica. Esto ya ha ocasionado la enérgica protesta de los gigantes tecnológicos de Silicon Valley.

Según Bannon, la excusa de la ‘inmigración cualificada’ ha servido para inundar los campus americanos de estudiantes asiáticos que después acaparan los mejores puestos de trabajo del país empujando al grueso de los ‘locales’ a la precariedad laboral. La exageración no es solo cualitativa, sino cuantitativa: en realidad, el porcentaje de población estadounidense nacida en el extranjero está lejos del 15%. Pero pese a la oposición de Silicon Valley y los varapalos judiciales, la cruzada de Trump para limitar la inmigración, legal o ilegal, sigue adelante inspirada en los principios del nacionalismo económico.

¿Hasta que punto podrá llevar a cabo sus planes?

El fracaso del decreto anti-inmigración inspirado por Bannon puede servir de pista. Es posible que House of Cards sea ficción, pero el delicado equilibrio de poderes que refleja es real: en Estados Unidos el presidente no puede ‘dictar’ la ley ni siquiera con su partido controlando ambas cámaras, como sucede ahora con los republicanos.

Barack Obama tardó casi una legislatura en aprobar su plan estrella, el Obamacare, dadas las enormes implicaciones sociales y económicas del mismo. Las grandiosas propuestas inversoras de Bannon son tan impactantes o más, y su aprobación podría tardar años, en caso de producirse en absoluto. Las medidas anti-inmigración ya han comenzado a darse de bruces contra las resoluciones judiciales. Y la Reserva Federal ya ha anunciado subidas de los tipos de interés, haciendo que los castillos de naipes construidos sobre un posible endeudamiento barato se tambaleen.

Parece que escribir teorías conspiranoicas en Breitbart y gobernar Estados Unidos son tareas muy distintas. Hasta ahora, Bannon ha fracasado en sus intentos. Sin embargo, su nacionalismo económico sigue siendo la brújula de Donald Trump y su gobierno.

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