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14/09/2018 01:40 PM
| Por Bloomberg

La próxima crisis financiera llegará en 2020 y así será su impacto en los mercados

La próxima crisis financiera llegará en 2020 y así será su impacto en los mercados

Una década después del colapso de Lehman Brothers, que marcó el inicio de una crisis financiera absoluta, los estrategas del banco JP Morgan han creado un modelo destinado a medir cuándo y con qué gravedad podría llegar la próxima crisis financiera. Pues bien, ese indicador adelantado apunta a que los inversores deberían estar preparados para 2020.

Este indicador, elaborado por economistas de la entidad, vaticinan una recesión menos dolorosa que los episodios pasados. Sin embargo, los bancos centrales no podrán usar los ‘chorros’ de liquidez que ayudaron a suavizar el duro golpe de 2008, puesto que los balances de estas instituciones apenas están empezando a disminuir y la próxima crisis financiera llegará en poco más de un año.

La metodología de JP Morgan

El modelo de JP Morgan obtiene sus conclusiones en función de una serie de variables, como la extensión de la expansión económica, la duración potencial de la próxima recesión, el grado de apalancamiento de los agentes, las valoraciones de los precios de los activos y el nivel de desregulación e innovación financiera previo al comienzo de la crisis. Asumiendo una recesión de tipo medio, el modelo muestra unas estimaciones de caídas de precios en acciones y bonos mucho más suaves que las de la crisis de 2008.

La corrección de los índices bursátiles en Estados Unidos será del 20%, se producirá un incremento de la rentabilidad de los bonos corporativos de calidad de 1.15 puntos porcentuales, una caída del 35% en los precios de la energía (petróleo), junto con una corrección del 29% de los metales. La peor parte podrían llevársela los emergentes cuyas bolsas caerían un 48% y los bonos soberanos de esos países incrementarían su prima de riesgo (respecto a los de Estados Unidos) en 2.79 puntos porcentuales. Lo que no apuntan estos economistas es la extensión de esta crisis, si bien puntualizan que una corrección de tal magnitud se enmarcaría en una recesión de duración media (alrededor de los 18 meses).

«En todos los activos, estas proyecciones parecen moderadas en comparación con lo que ocurrió en la última crisis», aseguran los estrategas de JP Morgan John Normand y Federico Manicardi, señalando que durante la recesión y la crisis financiera mundial posterior, el S&P 500 se hundió un 54% desde su pico.

Marko Kolanovic, analista senior de JP Morgan, cree que que el gran cambio que se ha producido desde la inversión realizada de forma activa por gestores hacia una gestión más pasiva (a través del aumento de los fondos indexados, los fondos negociados en bolsa ETFs y las estrategias de negociación basadas en criterios cuantitativos) ha aumentado el peligro de interrupciones del mercado bruscas. Kolanovic asegura en una nota que existe potencial para una futura «gran crisis de liquidez».

Esto quiere decir que los inversores que busquen vender en plena caída algunos activos podrían no encontrar una contraparte que quiera comprarlo. Sin embargo, la gestión activa suele protagonizar este papel, comprando grandes cantidades de activos durante las caídas bruscas del mercado.

Las gestión pasiva gana fuerza

«El cambio desde la gestión activa hacia la pasiva, y específicamente el declive de los inversores que buscan valor, reduce la capacidad del mercado para recuperarse de grandes caídas», señalan Joyce Chang y Jan Loeys en el informe. Las cuentas administradas de forma activa solo representan aproximadamente un tercio de los activos bajo administración de fondos, según las estimaciones de JPMorgan recogidas por Bloomberg.

Este cambio «ha borrado del mapa a un gran conjunto de activos que estarían listos para ser comprados a precios baratos y sostener al mercado», según explican Chang y Loeys.

Aunque parezca contradictorio, el desplome de los mercados emergentes significa que los activos en los países en desarrollo se han abaratado este año, ayudando a limitar los descensos desde máximos hasta mínimos durante la próxima crisis y compensando el exceso de apalancamiento, comentan Normand y Manicardi.

Además de la cuestión de la liquidez, Normand y Manicardi señalan que la duración de la próxima desaceleración es un punto muy relevante para conocer el alcance de la misma. Cuanto más dura una recesión, generalmente, mayor impacto tiene en los mercados, como han mostrado los episodios pasados.

«La duración de la recesión es un fuerte lastre para la rentabilidad, por lo que no es extraño que existan grandes preocupaciones sobre la respuesta de los responsables de los bancos centrales y de los gobiernos, que podrían no contar con el suficiente espacio monetario y fiscal para sacar a las economías de la próxima recesión», aseguran.

Los economistas de Bank of America Merryll Lynch (BofAM) también realizaron hace unos meses una simulación de cuál sería el impacto de una crisis leve en la Eurozona. Este informe, centrado en las finanzas públicas, destacaba que España sería el país más afectado en términos de déficit y deuda pública dentro de las grandes economías.

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