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18/03/2017 11:37 AM
| Por EFE

China aparca sus reformas estructurales en pos de la estabilidad

Inmersa en una transición estructural de implicaciones globales, China, la segunda mayor economía del mundo, ha decidido aparcar las reformas que debían pilotar esa transformación en pos de la estabilidad ansiada por sus líderes.

Liberalizar el sector financiero, flexibilizar el tipo de cambio del yuan, reformar las empresas estatales o, en general, dar más peso a las fuerzas del mercado fueron algunas promesas que lanzó el primer ministro chino, Li Keqiang, durante sus intervenciones en el pleno anual de la Asamblea Nacional Popular que terminó esta semana.

Estas propuestas, sin embargo, forman parte de la agenda reformista del Gobierno chino desde 2013 y, mientras las autoridades continúan prometiéndolas, crece el pesimismo entre las empresas privadas domésticas y las extranjeras por su lenta implementación.

«Hay un fuerte grupo de interés de las empresas estatales. Incluso aunque líderes del Gobierno quieran reformas, se encuentran con su resistencia», explica a Efe Sheng Hong, director del centro de estudios de Pekín Instituto Unirule, de tendencia liberal.

Desde que empezó a abandonar la economía planificada a finales de la década de 1970, China consiguió un rápido desarrollo gracias a una liberalización gradual que permitió que prosperase la iniciativa privada, pero reservando un gran poder al Gobierno y manteniendo como monopolios estatales las industrias consideradas estratégicas.

Con un modelo productivo centrado en la industria manufacturera, alimentado por fuertes inversiones públicas y orientado a la exportación, el gigante asiático creció a tasas anuales de dobles dígitos y sacó a centenares de millones de personas de la pobreza.

También se convirtió en la principal locomotora de la economía mundial cuando la crisis financiera de 2008 golpeó a Estados Unidos y Europa.

Pero ese modelo económico da señales de agotamiento al tiempo que el medio ambiente del país está pagando por él un alto precio en forma de contaminación, lo que movió a Pekín a acometer una transición estructural para dar más protagonismo al mercado, al consumo y a un sector servicios que permitiera un crecimiento más limpio.

«China tiene que dejar al mercado un papel decisivo en la distribución de los recursos y, por otra parte, tiene que proteger la propiedad privada promoviendo el desarrollo de la economía no pública», asegura a Efe el economista de la Universidad Tsinghua de Pekín Cai Jiming.

Ocurre que ese discurso que el presidente chino, Xi Jinping, incluso llevó en enero pasado ante la élite del capitalismo internacional en el Foro Económico Mundial de Davos contrasta con las acciones del Gobierno chino.

«Se habla de las fuerzas del mercado desde el Tercer Pleno (del Partido Comunista, en 2013) o incluso desde antes y cada vez (esas fuerzas) se ven menos, particularmente entre las empresas estatales», denunció el presidente de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China, Joerg Wuttke, en una comparecencia reciente.

«No pagan por el uso de la tierra, consiguen préstamos a tasas de interés muy bajas y explotan recursos naturales a cánones muy bajos», señala Sheng, enumerando los «privilegios» de las empresas públicas chinas.

Las acusaciones de proteccionismo y trato de favor hacia las compañías públicas chinas se van acumulando en un momento en el que los líderes del gigante asiático tratan de presentarse ante la comunidad internacional como paladines del libre comercio, marcando distancias con el presidente estadounidense, Donald Trump.

En el terreno financiero, Pekín promovió primero que empresas y particulares participaran en los mercados de valores y, cuando las bolsas entraron en crisis en 2015, intervino en el mercado para estabilizarlo.

El banco central flexibilizó el tipo de cambio del yuan en 2015, pero cuando los mercados empezaron a devaluar la moneda china ante las dudas que despertaba la salud económica del país, gastó parte de su reserva de divisas en evitar su depreciación y, además, reforzó los controles sobre los movimientos de capitales.

Algunos expertos se refieren a la coyuntura china en términos de un «trilema» en el que las autoridades están tratando de buscar un equilibrio entre el crecimiento económico, las reformas estructurales y la estabilidad.

En un 2017 en el que el Partido Comunista de China celebrará en otoño su XIX Congreso quinquenal, Pekín no quiere sorpresas y rebajó su objetivo de crecimiento hasta el 6,5 %, dos décimas menos que lo alcanzado en 2016, para evitar defraudar si su economía continúa desacelerándose.

¿Pueden esperarse reformas en los próximos meses? El primer ministro chino ya dio pistas esta semana al anunciar que el proceso de apertura de su país «será gradual».

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